La conmemoración del 8 de marzo como día internacional de la mujer trabajadora fue un paso  importante hacia el reconocimiento público sobre una realidad escondida en la marea de poder que todavía se escribe en masculino.

Un gran logro, sin duda, pero insuficiente como se ha visto en la necesaria evolución que hoy implica un reconocimiento que trasciende a la habitual confusión semántica “trabajo-salario”, y que lleva siglos marcando la invisibilidad de la aportación de las mujeres.

Porque la mujer SIEMPRE HA TRABAJADO, pero en esta parcial globalización que sólo alcanza a lo económico, todavía seguimos cayendo en la necia confusión “valor-precio”. Las mujeres estamos hartas de tanto ensalzamiento de nuestro “mérito” en el que otros se llevan el “rédito”.

Fomentar la igualdad es políticamente correcto… ¡Y LUCRATIVO! Una de las pocas vías que todavía mantendrá aportación comunitaria para equiparación de “colectivos desfavorecidos”: ¡Tristes democracias occidentales que se sienten redimidas rebautizando al 52% de la población como “colectivo desfavorecido”!

A la cita del 8 de marzo suelen acudir puntualmente organizaciones de mujeres, sindicatos e instituciones, pero rara vez se oye nuestra voz: la de las empresarias. Sin embargo, en el políticamente correcto discurso de fomentar el acceso de la mujer al mundo laboral, destaca el “autoempleo” como opción con brillo propio. La creación de nuestro propio puesto de trabajo ayuda a equilibrar las nefastas cifras del paro femenino y, encima, si conseguimos que el proyecto funcione, pasamos a ser empleadoras. Pero estamos demasiado ocupadas trabajando para reconocernos siquiera como “generadoras de riqueza”.

Es decir, como en tantas ocasiones, de parada… a EMPRESARIA. Desde las instituciones se nos anima con incentivos y discursos, conseguimos reinventar la forma de sobrellevar las exigencias de competitividad con la terca realidad familiar que se empeña en no evolucionar, aceptamos retos y obligaciones. Pero una vez cruzada la barrera del único documento donde nunca se preguntó el sexo (la licencia fiscal), pasamos a ocupar un terreno de nadie.

Las empresarias pensamos que hay excelentes planteamientos teóricos pero nos faltan ofertas realistas y eso es lo que queremos escuchar hoy. Queremos saber que nuevos instrumentos se plantean los actores políticos sobre una realidad social y económica de la que, muy a nuestro pesar seguimos siendo el principal soporte, pero en la sombra.

Este año se cumple el 75 aniversario del voto de la mujer en España. Una lucha sin tregua capitaneada por una mujer, Clara Campoamor,  que ni siquiera aparece en la mayor parte de los diccionarios. Parece ser que este 8 de marzo se decidirá su presencia con un busto en el Parlamento. Esperemos que no sean necesarios otros tantos años de silencio para que nuestras aportaciones tengan el debido reconocimiento y compensación. Asumimos nuestras obligaciones, reclamamos nuestros derechos.


Nota:El 1 de octubre de 1931 el Pleno del Congreso de Diputados aprobó, por 161 votos frente a 121, el artículo 36 de la Constitución de la II República Española que reconocía el derecho de las mujeres al voto, que se ratificó el 1 de diciembre en una votación aún más ajustada: 131 votos a favor (el 28%) frente a 127 (27%) estando ausentes el 45% de los diputados.

La tenacidad de la diputada Clara Campoamor fue decisiva para rebatir a quienes pretendían retrasar el reconocimiento del voto femenino

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