¿Por qué no tenemos un Ministerio del Petróleo?

Obviamente, porque no tenemos petróleo. Si tenemos que suponer que la división de departamentos gubernamentales refleja la realidad a gestionar, el de Trabajo e Inmigración debería cambiar por el nombre de Paro y Emigración, el Ciencia y Tecnología por el Ministerio de Magia, el de Justicia… mejor no seguir porque no es el tema.

Pero si ha habido, y hay, un ministerio controvertido, mediatizado y con efectos perversos, es el de Igualdad. Sin haber llegado a comprender jamás sus objetivos o su estrategia, si es que la hay, durante un tiempo le concedí el beneficio de la duda en cuanto a que podría despertar debate innovador, o a que hiciera gala de la pretendida transversalidad actuando con cierto rigor científico en el resto de los departamentos gubernamentales.

Incluso se podría pasar por alto la sospechosa y discursiva razón de su creación, lo que justificaría el que tuviera que construirse a sí mismo pero, pasado un tiempo más que respetable, basta echar un vistazo a la página de inicio de su Web, o al preámbulo del actualmente en vigor Plan Estratégico de Igualdad de Oportunidades (2008-2011) para descartar dudas y beneficios.

El lenguaje, y el contenido, del discurso al uso sobre la igualdad, determina, impacta y distorsiona la percepción social. No hay más que leer algunas «pretendidas interpretaciones de género» que se están haciendo sobre los efectos del abismo del paro, porque hasta hay quien dice que ahora sí hay igualdad o que los hombres se «incorporan» a las tareas del hogar. Por una vez, prefiero no perder el tiempo citando.

Total, lenguajes de enfrentamiento, efectos sobreargumentados pero no investigados, ficticias segmentaciones, eternas recopilaciones de los datos de siempre e iniciativas «enanas» al amparo de dineros institucionales. Convivo, convivimos, con esta realidad cada vez más confusa que se empeña en colocar etiquetas nuevas sobre los viejos cimientos. Y me doy cuenta de que la palabra igualdad empieza a darme alergia, y me niego a que el maniqueísmo reinante me sitúe de inmediato en el lado contrario, que tampoco sé cual es.

Creo que voy a dedicar un poco de tiempo a las palabras y los conceptos, que es lo mío, y a examinar desde dentro, porque las (i)responsabilidades, suelen tener orígenes diversos y compartidos y las soluciones, como siempre, han de ser simples y potentes. Por eso espero con interés la continuación de una conversación al respecto leída recientemente donde menos lo esperaba y en los términos que menos me hubiera imaginado.

Por el momento, mientras hablemos de generalidades, me quedo con las palabras diversidad y educación, que es lo que sí tenemos que aprender a reconocer y gestionar. Las abstracciones, como los centralismos, no dan buenos resultados. Dejemos ya el discurso y el debate difuso de lo que se ve para enfocarnos en lo que no se ve, concretemos para empezar a resolver. La diferencia no sólo es un valor, sino que es «el valor»

Publicación original: enPalabras

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