Invocando a los dioses

Malo será fue el eslogan que puso la guinda al éxito publicitario de la cadena gallega de supermercados Gadis, que arrasó durante varias campañas tocando la fibra sensible partiendo del leitmotiv mágico: Vivamos como gallegos.

Ignoro si la emoción ciudadana que provocó se tradujo en lo que supongo que era el objetivo, más ventas, pero el impacto de marca y el recuerdo, son innegables. Al menos en Galicia.

Reconociéndole todos los méritos estéticos, técnicos y conceptuales necesarios para el éxito, sigo sin saber cómo interpretar la unánime aprobación e inmediata identificación que provocó entre la ciudadanía. Y mis dudas se refieren al fondo del mensaje, claro, porque ¿qué se esconde detrás del eslogan proclamado? Parece ser que orgullo, autoafirmación, autoestima, identidad… ¿Será que me siento poco gallega? Ejerciendo como tal debería decir… “depende”, pero en realidad no creo que sea eso.

Pasando por alto el tufillo épico de toda la campaña, y el manipulador barniz sensiblero de los tópicos, creo que esta autocomplaciente resignación del “malo será” es una actitud generalizada, no solo aquí, un convencimiento místico, una fe ciega en los dioses que nos protegerán de las amenazas y del propio sistema. Porque por más que se empeñen los malignos (el euro, la UE, los chinos, la Merkel, las empresas, el gobierno, la oposición…) vivamos como siempre hemos vivido que… ¡Malo será!.

Hay recetas simples que funcionan: mirar para otro lado, comprar un buen chubasquero y sonreír al jefe (o a la jefa) que… malo será. Porque ya sabemos que quien primero habla, paga y eso de la responsabilidad y la dignidad de las palabras, es muy cansado.

Razón atenía Alvite en aquella frase de una de sus columnas, de no recuerdo qué periódico, hace ya unos cuantos años: «Cada día soporto peor la conversación con quienes me rodean. Incluso me produce angustia su silencio. Hay gente a la que apetece pedirle que cambie de tema aunque permanezca callada».

Publicación original: enPalabras

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