Adivina qué quiero

Sorprende que después de años de trato, ya no digo conocimiento porque parece que no, te vuelvan a pedir información sobre lo que haces. Y tu dices «¿Te refieres al dossier de empresa?» Y te marchas, sabiendo que no es eso, con un «no te preocupes».

Ese pensar difuso es un trabajo poco agradecido cuando la otra parte quiere concretar pero no sabe lo qué. Y encima, teniendo en cuenta que, con el rodaje acumulado y el ritmo normal del flujo de trabajo, ya has perdido la costumbre de «vender» tu empresa.

Tras el recorrido por carpetas con archivos y material de interés sobre tu trabajo, llega la temida parálisis: todo sirve pero nada convence. Eso de aquí, lo otro de alla… Hasta que al final te plantas y haces lo que mejor sabes hacer: ponerte en sus circunstancias. Entonces entras en otra etapa que en realidad sí es lo que te gusta hacer: analizar y diseñar. Pero no lo puedes decir.

Con esta nueva perspectiva la vuelta a tu material resulta sorprendente porque ahora es cuando de verdad vas a poder hacer lo que antes no encajaba. Digamos que en épocas de abundancia todo el mundo quiere las mismas cosas y de la misma manera pero es ahora, que lo de siempre no sirve, cuando se necesitan nuevas fórmulas.

Enfocado el asunto ya solo es una cuestión táctica: contarlo de tal manera que te pidan lo que tú sabes que se necesita. Ahora ya encajan esos ejemplos de trabajos realizados que, bien explicados y enlazados, permiten hacer las conexiones para ponerse manos a la obra.

Cuando el desconcierto inicial se convierte en satisfacción y en un reto es, sencillamente apasionante.

Publicación original: enPalabras

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