Pero no por ese orden

Necesitar las palabras para entender(se), para poner el yo en línea con el mundo y encontrar el refugio desde el que construir, conlleva una especie de alergia hacia los discursos grandilocuentes y las multitudes. Al menos a mí me ocurre, enredada en comprender las pequeñas cosas que se esconden tras lo aparente.

Cuando la ciudadanía rompe el torpe silencio en el que suele deambular, mi piel siente la misma emoción que en aquellos años que marcaron mi trayectoria, pero de una forma más distante, no más prudente pero sí más escéptica.

La jornada electoral se presenta llena de incógnitas pero, al final, lo que cuenta será el nuevo (¿?) reparto del pastel porque el descontento generalizado aún no apunta hacia el camino de las transformaciones. También reconozco que, aunque no puedo dejar de vibrar con estos dulces momentos revolucionarios, aún no consigo descifrar mi opinión.

Incluso me he desentendido de los ríos de tinta (reales y virtuales), como si sintiera que no puedo elegir traje mientras no tenga claro el destino. No es indecisión sino falta de entendimiento así que, de momento, necesito seguir descalza mientras observo el derroche visual en el que se van tejiendo realidad-es.

Parte de las voces críticas apuntan hacia la desconfianza sobre los orígenes de este movimiento (qué mal suena esta palabra, por cierto) pero a mi esto no me parece preocupante. La diversidad de ingredientes y orígenes no es un problema sino todo lo contrario, pero sí me preocupa la (i)responsabilidad y la falda de reflexión sobre lo que entre todos aportamos a este sistema en descomposición.

Y en esta reflexión andaba yo cuando me llegaron dos impactos emocionales, aparentemente desconectados, que me ayudaron a ir razonando la intuición que me habla de lo que hemos de revisar y del trabajo individual para cambiar las cosas. Cosas simples y al alcance: autocrítica y amor.

Decia ayer Jordi Grupera, al que no conozco pero cuyas palabras firmo (traducción aquí):

Democracia real ya, sí, pero eres consciente de que la crisis se ha agravado por culpa de unas medidas que se tomaron con el único objetivo de contentar tus deseos inmediatos? Después de las acampadas, una larga y purificadora ducha. Fuera roña.

Publicación original: enPalabras

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