Buscando un hilo conductor

Decía Alfons que el reto es convertir los estímulos en proyectos y nos recordaba que la felicidad, realmente, consiste en concentrarse en algo.

Subscribo la totalidad de su discurso pero no dejo de pensar en que el entusiasmo no suple la necesidad de claves, y es evidente que están en la reserva genética de nuestro sistema educativo. Sabemos que «hay qué» pero… ¿Cómo?

Los datos son aplastantes, nuestros niños están enfermos de TDAH, y los datos van en aumento. Tenemos la generación de niños mejor alimentados y atendidos de la historia pero nunca tanto se habló del trastorno por déficit de atención con hiperactividad.

Lo cierto es que nuestros niños están viviendo el período de estímulos más intenso de la historia de la Tierra. Asediados por la información que llama su atención, los penalizamos porque se distraen… de cosas aburridas … como la escuela. En realidad, estamos haciendo transitar a los niños por la educación. Sencillamente los anestesiamos.

Mientras los canales oficiales se mantienen en su empeño de medidas arcaicas, lo mejor del discurso sobre el emprendimiento anda repartido por la blogosfera. La cuestión es visibilizar los ejemplos y sacar de la primera línea el egocentrismo y la resaca que martillea nuestros cerebros. Para llegar al cómo, hay que cambiar algunos usos y costumbres:

Los ponentes estaban sentados detrás de una mesa, con su nombre y el cargo que ostentaban en «carteles de mesa», presentaban sus ponencias intercalando palabras técnicas y cotidianas como deferencia al público, ¿de otra forma quizás no entenderíamos el mensaje?, ¿realmente se puede hablar solo en lenguaje técnico?, ¿para qué?, ¿por qué esa distancia física con el público?, ¿por qué interponer una mesa y no levantarse de ella?, ¿por qué “abofetear” al resto con su cargo? (la puesta en escena es como el traje).

Decía hace un tiempo que los nacíos palos bits se nos rebelan al modo que ocurren ahora las cosas, se paran. La generación gamer necesita otra estructura empresarial, otros canales porque los niños de ahora harán trabajos que aún no están inventados. Así que, si la realidad no nos gusta… ¡cambiémosla! Si la experiencia nos ha demostrado que la palabra ficción no encajaba tan mal con la ciencia, probemos nuevas combinaciones, igual haciendo un poco de política-ficción encontramos nuevas perspectivas:

Mary Wollstonecraft publicó a finales del siglo XVIII un libro sobre sus viajes por Suecia, Noruega y Dinamarca en el que retrata unos países escandinavos muy distintos a los actuales, muy pobres, sin ningún tipo de industria, cerrados al mundo exterior. La autora reproduce muchos de los tópicos que los viajeros actuales tienen sobre los países pobres: siempre ha sido un lugar miserable, sus habitantes no hacen nada para salir de la pobreza, es cuestión de carácter y los escandinavos siempre serán pobres porqué no tienen lo necesario para cambiar.

¿Cuantos de nuestros probados razonamientos se sujetarán a este mismo esquema? La realidad nos empuja y ahí sigue estando la pregunta mágica: ¿Por qué no?

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