No hay marcos privilegiados de referencia

Al menos en mi caso, las series cumplen un doble objetivo, el de pura evasión y una especie de función terapéutica que me ayuda a escuchar lo que el ritmo cotidiano oculta. Pero últimamente me cuesta encontrar alguna en la que acomodar mi propia secuencia vital. Aunque tal vez sea eso, la necesidad de cambiar el ritmo.

Y no me refiero a modificar hábitos o a largos procesos de reflexión, sino a pequeñas alarmas que me dicen que hay algo obvio que mi percepción no está contemplando, así que, en medio de esta pereza por las novedades, me dejo abducir por mi archivo de pelis favoritas. Hace unos días, y no sé muy bien por qué, le toco a Algunos hombre buenos.

El caso es que independientemente de disfrutar de la excelente interpretación, de la calidad visual y de la agilidad del relato, no me produjo el efecto esperado porque ni conseguí aligerar mi bullicio mental ni me proporcionó el punto de fuga para nuevos enfoques. Y tampoco le di más vueltas hasta que leí esto

Cuando piensas que lo único que te falta son palabras, lo que realmente te falta son ideas. Las ideas surgen bajo la forma de marcos. Cuando los marcos están ahí, las ideas surgen inmediatamente.

Y entonces busqué esta maravillosa escena, que aunque se pone como ejemplo de autocontrol, me sugiere cuestiones más interesantes

Me ha hecho reflexionar sobre algo que nunca entendí de la película y es a quién aplicar la etiqueta de “hombres buenos” del título, si a los patriotas que nos “defienden” en medio de este miedo maniqueísta que nos domina, o a quienes se ejercen el papel moral de las buenas acciones de las que nos gusta presumir… en público.

Porque basta observar la realidad para comprobar que los marcos de referencia que conforman nuestra estructura mental no siempre son los que guían nuestras decisiones. Nos gusta hablar de “la verdad” y vernos como abanderados de unos valores que, a la vista está, resultan incomprensibles cuando toca elegir representantes políticos o aceptar normas que, a todas luces, van en contra de nuestros intereses.

Tal vez porque sabemos que en la vida real no es así, en las películas sigue triunfando el modelo de maldad estereotipada, fea y excesiva, que cae derrotada por la bondad y/o la justicia. Pero razón tiene el Coronel Nathan (Jack Nicholson) cuando dice

Tú no quieres la verdad porque en zonas de tu interior de las que no charlas con los amiguetes me quieres en ese muro, me necesitas…

En Algunos hombres buenos se aborda de forma muy aceptable esta contradicción interna entre marcos de referencia en la que vivimos, desde la representación individual del modelo estricto (Demi Moore) y el modelo protector (Kevin Bacon) y la convivencia de ambos en el protagonista (Tom Cruise), hasta las argumentaciones que, como equipo defensor, han de negociar para llegar a una estrategia ganadora. O en los propios acusados, que se empeñan en defender un código que los encamina a la pena máxima.

La pregunta es, ¿se puede hablar de la razón (o de la solución) en medio de escenarios tan confusos? Lo cierto es que, en la vida real, no resulta nada fácil definir y separar lo bueno de lo(s) malo(s) y lo malo de lo(s) bueno(s).

Tal vez eso es lo que me gusta de las series, un tiempo de desarrollo más largo que permite a los personajes saltar de la pantalla y colarse en nuestras vidas, en pedacitos de lo que somos y de lo que pensamos allá, en el fondo.

Pero ni buenos ni malos, lo más seguro es que quien sabe. Porque el Coronel Nathan es abruptamente sincero cuando dice ¡Tú no puedes encajar la verdad! Él sí acepta la contradicción de nuestros marcos conceptuales y sabe como usarla. Tal vez la comprensión de este mecanismo y su aplicación para impulsar cambios es lo que últimamente no me deja espacio para las novedades.

Publicación original: enPalabras

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