Distanciamientos deliberados

Que algo se resuelva con premeditación no quiere decir que pros y contras de los motivos de tal decisión hayan sido considerados atenta y detenidamente. En realidad, tiende a ser consecuencia de la necesidad de negociar patrones y normalidades porque el infinito es (¡debe ser!) demasiado grande.

Sin embargo la tendencia a la simplicidad de la explicación no debe confundirse con la sencillez de los procesos ya que la realidad depende de un enorme conjunto de causas inciertas y, en gran parte, relacionadas con la necesidad de enfoque y perspectiva.

Cuando todo funciona, la proyección de la mirada tiende a un ficticio infinito que intuimos en una única dirección y sentido, convencidos como estamos que lo correcto es mirar “hacia delante”. Por eso, cómodos en lo seguro y predispuestos a rendirnos a lo excepcional, se nos olvidan las excepciones.

Y por eso también, inmersos en el orden aparente, cuesta frenar en seco y evaluar los desajustes. Sin embargo, es el paso imprescindible para volver a la media distancia que permite observar y analizar. Sólo entonces nos percatamos de que las excepciones no eran efectos colaterales del bien común o anécdotas que confirmaban la “normalidad”.

En las excepciones hay mundos por explorar. Y no en cuanto mensaje diferenciador de lo masificado o por su presunta carga ideológica, que también, sino porque son la oportunidad de observar y analizar, de contextualizar y comparar. Es lo que nos permite indagar sobre las preguntas adecuadas, porque la sociedad no es material de laboratorio.

Considero importante trabajar «en y con» las excepciones, y además me gusta. Y cuando encuentro otro planteamiento similar a lo que creía algo “original” por mi parte, mi interés no decae sino todo lo contrario. Lo que me intriga es encontrar las intersecciones y pequeñas certezas a las que se puede llegar por caminos diferentes. Por ello, el objetivo de estos puntos en común no es el establecer un patrón de respuesta sino desarrollar la habilidad para nuevos enfoques y preguntas. Una rueda interminable y, la mayor parte de las veces, no la más rentable. Pero cada uno valemos para lo que valemos.

Nos hemos convertido en una sociedad obsesiva con las normas, con la norma, con “lo normal: “es que no hay derecho”, “es que no es normal”. Sin embargo todo lo que está ocurriendo lo es, y en el más amplio significado de la palabra. Se llaman consecuencias lógicas. Ahora nada vale, todo está mal, pero dar vueltas a la tortilla no ayudará a cambiar el menú.

Hablamos de cambio de modelo, pero la Historia sabe mucho de viejas y nuevas ideas que actúan como detonantes y/o placebos. Y seguimos dando vueltas a arcaicos indicadores en una especie de espiral sadomasoquista de vanas esperanzas, en lugar de empezar a ser conscientes del interesante proceso que estamos viviendo (o al que estamos sobreviviendo).

Los paradigmas son hitos de aceptación, de estandarización. Lo realmente importante es el proceso intermedio, que no es lineal, puesto que las relaciones causa-efecto pueden ser, son, muy variadas. Siempre he tenido debilidad por el efecto palanca, sólo falta concentrarse en los puntos de apoyo.

Publicación original: enPalabras

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