Lo que el cerebro recuerda

La velocidad a la que las cosas vienen a nuestra mente influye en nuestra estimación de probabilidades, algo fundamental para intentar tomar decisiones racionales. Sobre las ideas que expone Dan Gilbert en el Ted que incluyo más abajo, hilvano mi propia reflexión.

Lo impactante suele atrapar nuestra atención, porque para detenernos en lo habitual no nos llegarían varias vidas. Y en ese proceso de archivo de lo que no nos destaca, tendemos a olvidarlo porque no lo cuantificamos. Por eso, aunque la proporción de lo improbable es muy pequeña, la atención dedicada lo coloca en primera línea de nuestras decisiones.

Calcular probabilidades no es difícil pero todo depende, como (casi) siempre, de nuestra percepción. Si compramos un billete de lotería las posibilidades de ganar son las mismas tanto si el resto están muy repartidos como si los compra una sola persona. Nos la jugamos con el mismo y único boleto, pero el hecho de que las probabilidades de esa otra persona aumenten, cambia radicalmente nuestra estimación de éxito.

Los errores de valoración que cometemos en nuestra vida diaria son bien conocidos por la mercadotecnia: exponer lo que se quiere vender al lado de algo mucho más caro relativiza el precio y facilita la venta del producto deseado. Por eso no es extraño que, aun habiendo anotado las medidas del salón, acabemos con menos espacio del deseado al incorporar aquel silloncito que lucía tan bien en las “enormes” proporciones de la tienda.

Pero nos ocurre también con las personas, cualquier gesto de afecto en un entorno hostil nos lleva a peligrosas sobrevaloraciones que no se sostendrían en nuestra vida cotidiana. Y es que, como todo, es una cuestión de contexto.

Pero el problema de las comparaciones cambiantes es aún más difícil cuando se organizan a través del tiempo, porque la tendencia humana nos lleva al “hoy estoy aquí así que ahora es más importante que después”. Es decir, subestimamos las probabilidades de nuestros dolores futuros y sobreestimamos el valor de nuestros placeres actuales.

Sin embargo, el valor se transforma con la percepción del tiempo: si el punto de fuga del horizonte se aleja lo suficiente, no percibimos las diferencias. Se trata pues de una altura (o importancia) subjetivas ya que a mayor distancia las opciones tienden a igualarse, pero una siempre es mas grande (o importante) que la otra. Lo del plato de lentejas, vaya.

La comparación con el pasado, que tiende a relegar lo probable en beneficio de lo impactante, hace que a menudo no seamos capaces de elegir la mejor oferta, sea una compra o una opción profesional. En eso, en la inquietante comparación, está la causa de esta inconsistencia dinámica que nos hace tan difícil determinar el valor de algo. Porque la estimación que intentamos hacer será muy diferente que su valor cuando las estemos consumiendo.

Gran parte de esta sobreestimación de la probabilidad viene de la magnificación de lo anecdótico o minoritario, que se constituyó como el más eficaz instrumento de dominio a través del miedo. Porque bajo los potentes altavoces de los medios masivos se han ido empoderando las reducidas elites del poder. Es tiempo de entender y aprender, porque de eso depende tomar las riendas de nuestras expectativas.

Publicación original: enPalabras

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