A veces se dan casualidades. En este caso, vivir en una ciudad pequeña muy delimitada desde hace décadas por cierto paisaje industrial. Al suroeste lo que destaca es, sobre todo, la refinería.

Blade Runner se estrenó en el 82, y por algún motivo guardo recuerdos tempranos de ella aunque es obvio que no la vi en el cine. Creo que pudo haber sido un pase nocturno en TVE2 (de aquella), como en su momento cacé el arranque de Night of the Creeps de Fred Dekker.

Las vistas de las chimeneas y el mar de luces desde donde realmente ganan es bajando de noche desde la carretera nueva de Arteixo, que tras una curva ofrece una visión creciente del complejo. Durante años era el momento perfecto para que de manera automática empezara a sonar en mi cabeza la BSO de Vangelis y recordara los ya casi tópicos diálogos de Roy.


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Nos terminamos haciendo al espacio. En un momento en que cualquier ataque aparente al ambiente tendría que hacernos temer por nuestra salud, presencias como la de la una refinería cuentan con un pasaporte sentimental por nuestra propia capacidad para conectarla con pasajes determinantes en nuestra memoria. Ahí sobrevivirá también Constantino Romero, de quién automáticamente me acuerdo cada vez que recorro esa carretera, prácticamente todos los días del año.

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Publicación original: enimaXes

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