¿Olvidadas o silenciadas?

Sin que ello implique una nostálgica reivindicación de tiempos pasados, se diría que las posibilidades que ofrece la tecnología no contemplan recoger el conocimiento que ya existía:

temporalLos avances de la humanidad acotan las alertas históricas hasta hacerlas desaparecer, pero también existe más información documental gracias a la evolución de los sistemas de captación. A pesar de ello, la información derivada no llega, se pierde.

El tsunami de Oceanía de 2004 podría considerarse como la primera gran catástrofe natural radiografiada por la expansión de los sistemas de grabación a nivel popular. Pocas horas después la red y los medios difundían decenas de grabaciones domésticas en las que se podía asistir de primera mano al horror. Antes esto era casual: a estas alturas, inevitable.

En varios de los vídeos llamaba la atención un hecho: ver a los propios habitantes de las islas jugando con el descenso acusado de la marea. Aparentemente desconocían lo que venía después, por lo que al llegar la gran marea el desastre fue aún mayor. No deja de ser penosamente llamativo contrastar la cifra de víctimas directas en el caso de Oceanía con las de Japón en 2011: 288.000 Vs 20.896.

Dejando a un lado las diferencias en términos de desarrollo, en el caso de Oceanía parece que el olvido pudiera haber sido un elemento más en la magnificación de la catástrofe: los isleños de 2004 desconocían las claves que presagiaban la llegada de un maremoto. Lo que en otros tiempos habría formado parte del conocimiento transmitido entre generaciones, en pleno siglo XXI había desaparecido de la mente de los habitantes de los poblados costeros. Probablemente por tantos años sin tener que afrontar uno. Tal vez por haberse relajado la transmisión de alertas al existir medios de aviso modernos. Quién sabe.

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