Al hilo del post anterior («ama» vs. «amo»), comentaba Manuel Calvillo el desinterés que observa en sus cursos de formación por el tema del uso del lenguaje sexista:

En general voy observando a lo largo de los años, sin muchas diferencias entre edades y formación, cierta lejanía y desapasionamiento ante este tema del lenguaje sexista. Parece ser que no es una bandera por la que “lucha” la mayoría del alumnado. Aún reconociendo ese uso sexista del lenguaje, no le dan la importancia que institucionalmente se pretende dar al mismo (también en los planes de formación de este tipo de cursos- personalmente creo que muy mal enfocada). Los remedios que se dan en general los ven (lo viven) como algo artificial, cansino e incluso molesto. Pareciera que tratar de “imponer” cambios en la manera natural de hablar no despierta mucha simpatía ni consigue el efecto deseado.

No me gusta, pero lo entiendo porque normalizar y normativizar son cosas diferentes. Y, además la administración lo hace rematadamente mal. Si algo hace «ruido» se articula una legislación exprés, con nuevas imposiciones para la sufrida ciudadanía, y se acabó el tema. Y con el tiempo vienen las consecuencias, en el mejor de los casos simple «sordera» pero lo más habitual es incluso el rechazo.

No es sólo una cuestión de palabras, sino de conceptos

Mucho más sorprendente es el olvido generalizado de la cuestión de los errores gramaticales, como aquello de los sufijos y la concordancia. Me pregunto si todavía se estudia en el colegio porque si no me equivoco, decir por ejemplo «Juan es guapa» sigue siendo incorrecto.

Tengo una (muy buena) amiga que cuando la conocí decía que era «abogado» y al preguntarle por qué no «abogada» me soltó un discurso sobre lo de que las profesiones no tienen género y todas esas matracas tan machaconamente repetidas. No entré al debate, sólo le dije que en parte estaba de acuerdo porque las profesiones no tienen género pero las personas sí. El resto lo hizo el tiempo porque la experiencia enseña mucho a quien quiere aprender y con los años se reconvirtió en una auténtica activista.

infografia-corbataDesde entonces hemos debatido, indagado e incluso compartido escenario en cursos y consultoría de igualdad… diferentes. Ella se ha beneficiado de mi experiencia y yo de su aprendizaje porque me dio la ocasión de vivir parte de su proceso de-construcción sobre las raíces del complejo de inferioridad profesional que se sigue fomentando asociado al género. No es que se diga que lo femenino es inferior, es que siempre se muestra lo que pretende ser el estándar a igualar.

La infografía de la corbata la compartía esta mañana en linkedin una consultora que se dedica a gestionar el talento humano, pero al menos supongo que quien la hizo pretendía acogerse al dichoso masculino genérico. La he recuperado porque para cerrar el día me he vuelto a tropezar con la palabra «jefe» pero esta vez en un contexto y con un uso de los que (me) provocan cortocircuito: «Soy la jefe del Servicio de…»

Pero esto ocurre porque no son las palabras sino los conceptos que subyacen, algo que queda de nuevo muy claro con un par de capturas de pantalla de la RAE.

Jefe

Jefa

La cuestión de género en la demoninación profesional no es un aspecto más sino un torpedo a la línea de flotación de cualquier intento por superar la tiranía de la normalidad. Yo voto por asumir un sano daltonismo para mantener las alertas mientras vamos avanzando.

Publicación original: enIgualdade

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