El conocimiento de una ciudad no se basa en los datos sino en los relatos ya que, en una ciudad, caben muchas ciudades, tantas como las que son capaces de evocar aquellas personas que viven en ella. Ésta podría ser la síntesis que inspira “de Mudanza«, un proyecto que busca rescatar y hacer emerger diferentes fragmentos de A Coruña, a partir de las vivencias de personas corrientes que han sido y siguen siendo testimonios de su evolución y, con cada una de esas porciones, construir un relato que pueda ser utilizado para comprender su presente e inspirar un futuro en el que apetezca habitar y seguir construyendo.

Un proyecto complejo, de pura gestión del conocimiento, que conlleva la observación detallada de la orografía geosocial de la ciudad, perforar en su superficie, bombear, extraer su memoria y componer con ella una narración que devuelva a la ciudad la consciencia de sí misma, conecte con su ciudadanía y haga vibrar, en cada cual, aquella cuerda interior en la que resuenan identidad, emoción, responsabilidad y compromiso en la construcción de un futuro que apetezca recordar.

Al frente de este proyecto están Iago González e Isabel Iglesias, dos profesionales a los que sigo y con los que tengo contacto desde hace tiempo y a los que tuve oportunidad de ver actuar sobre el terreno y disfrutar en toda su dimensión -humana y profesional- en Julio de este año. Pasear y mirar la ciudad a través de su óptica, fue adquirir inmediata consciencia de la vida que palpita en las múltiples historias atrapadas en su suelo, en sus parques, en sus árboles, en sus edificios y en sus calles.

Isabel y Iago llevan a cabo una consultoría social y de ciudad, que responde a oportunidades o necesidades que muchas veces no han adquirido una forma definida o que no encuentran una voz que las vehicule y las transforme en una demanda concreta.

Visibilizar esas oportunidades, darles recorrido y encontrar esa voz forma parte de su trabajo, un tipo de consultoría proactiva, generosa, arriesgada y valiente que requiere de mucha visión, capacidad de conectar realidades dispares, mucha información, metodología, arriesgar e invertir recursos en anticipar materiales o en crear prototipos, maestría artesana y de un entusiasmo contagioso y vivificante capaz de iluminar el proyecto en todas sus dimensiones y posibilidades.

Es esta una consultoría poco común, muy difícil de articular [por las capacidades y complicidad implicada] y muy necesaria que hace las veces de un desfibrilador para nuestros entornos sociales, restableciendo ritmos cardíacos perdidos y facilitando que el corazón vuelva a impulsar, con fuerza, “sentido” a lo largo de todas sus arterias.

A continuación sigue una pequeña muestra de lo que estoy explicando, un fragmento de esa memoria excavada en la ciudad y que forma parte del proyecto “de Mudanza”.

Se trata de una pieza fascinante, dura tan sólo 9’ y 42”. He visto alguna versión más corta elaborada para dar respuesta y capear la impaciencia con la que solemos afrontar los tiempos; pero a mí me gusta la pieza entera, esa que comparto aquí y doy fe de que no sólo quita sino que, al contrario, aporta y añade tiempo, del vivido, del interior, de aquel en el que reposan y cristalizan las mejores sensaciones y del que solemos escasear.

El vídeo presenta un relato personal, la evocación de una vida laboral, con su ambiente y sus valores, muy alejada en el tiempo pero en el que se reconocen hitos con los que poder comparar el momento actual. No hay sobrevaloraciones ni excesos emocionales pero sí que hay satisfacción íntima en el recuerdo y una revelación que se desprende, serena, del relato y que parece arrojar luz al propio presente.

Toda esta percepción se condensa y se agolpa en una voz pausada, sencilla, que apetece oír y que va trenzándose en torno a la construcción de la maqueta de un semáforo para trenes. Dedos, soldador y estaño hacen las veces de punto hipnótico sobre el que la voz va desarrollando su relato. El pasado y el presente se hallan perfectamente integrados en cada punto de la soldadura.

Para mí el conjunto hace evidente el tratamiento del tiempo, como valor, como actitud, como canal de conocimiento, como indicador de maestría y como recurso imprescindible a cualquier construcción. Desde los gestos serenos y precisos del protagonista mientras manipula sus herramientas hasta “aquellas horas que también le gustaban” visitando las obras de la Catedral de Santiago, hay todo un despliegue de curiosidad y el tiempo aparece como una oportunidad para ocuparse de manera ajena a cualquier finalidad utilitarista, esencialmente espiritual y profundamente humanista.

La ciudad no aparece en un primer plano ni tan sólo se ve, sino que es el telón de fondo en el que se desarrolla la historia, quizás las ciudades sean sólo eso, el lienzo de nuestra rutina, aquel en el que pintamos de colores los fragmentos de quienes recordamos o creemos haber sido. La ciudad como el reflejo de las vidas que en ella se viven a cada instante.


Publicación original: cumClavis

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *