Nota previa de Iago Glez:

Me llena de orgullo y satisfacción publicar este análisis de la insigne Lena Prado. Me alegra, además, por haber sido el empujón final para ver Under the Skin, película maravillosa que, en uno de esos dolorosos giros del destino, durante un pase en un festival madrileño provocó reacciones que darían para confirmar plenamente la tesis que parece trabajar su director, Jonathan Glazer.

Under the Skin, un análisis con enfoque de género

Por Lena Prado

*Este texto se centra en analizar cómo trata el film los roles de genero que la sociedad atribuye a cada persona en base a su sexo. Por lo tanto, está pensado para ser leído una vez vista la película.

En una secuencia inicial con regusto a Kubrick, una voz de mujer articula palabras aprendiendo a hablar o, tal vez, a emitir sonidos a través de su nueva piel. Se la están colocando, cómo deja intuir el ojo humano del último plano. En un golpe de realidad, un hombre aparca su motocicleta junto a una furgoneta blanca y recoge el cadáver de una mujer de la cuneta. Mujeres con las medias rotas tiradas junto a la carretera, nada más alejado de la ciencia ficción. De vuelta a un entorno artificial, encontramos a nuestra alíen protagonista desnuda o, mejor dicho, vestida de humana. Quita pieza a pieza la ropa del cadáver y se la pone. Minifalda, medias caladas, zapatos de tacón, todo parece ser de su talla. Con esta segunda capa, está preparada para salir al mundo. Lo primero que hace es conseguir la última pieza de su disfraz de mujer, una capa de maquillaje.

Acompañamos a la protagonista en su jornada laboral. Su disfraz es también un uniforme y ella una trabajadora ejemplar. Conduciendo la furgoneta que vimos aparcada junto a la cuneta, pasa las horas pidiendo indicaciones a desconocidos, siempre hombres, con los que inicia conversación con una amabilidad inesperada. Todos parecen sorprendidos y alagados por la atención, pero solo los que dicen no tener a nadie que les pueda echar en falta son invitados a subir al vehículo. Durante la primera mitad de la película vemos como el alíen selecciona hombres, los invita a su furgoneta y los lleva a su casa, donde son engullidos por la planta de procesamiento de carne más estética que hayamos podido imaginar.

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Las secuencias en las que conduce por anodinas calles escocesas buscando una nueva presa tienen un halo tan inquietante cómo las que nos muestran el entorno alienígena al que las conduce. Resulta extraño ver a una mujer joven y sola pedir indicaciones a desconocidos. Más aún, teniendo en cuenta que casi todas las escenas ocurren de noche. No es algo que veamos de manera habitual, por razones que se nos han insinuado al principio de la película y que se nos mostrarán con crudeza al final. Incluso la imagen de Johansson conduciendo ese tipo de vehículo resulta curiosa. Es una furgoneta bastante grande, que la sitúa por encima de sus interlocutores cuando baja la ventanilla.

Glazer enfatiza la frialdad del alíen haciendo que permanezca impertérrita ante situaciones que nos hacen esperar algún tipo de reacción. Llegamos a verla abandonar un bebé a una muerte segura sin pestañear. Aún así, en ningún momento la retrata como un ser malvado. El alíen convertido en mujer fatal no parece sentir, por lo menos no como nosotros. Los hombres a los que caza son mucho más expresivos. Le gastan bromas machistas sobre si es capaz de conducir una furgoneta tan grande. Se le acercan en plan baboso en medio de una fiesta. Hacen comentarios superficiales sobre su físico pero nunca le preguntan nada sobre su vida a pesar de que ella, como parte de su trabajo, hace a sus presas varias preguntar personales. Glazer no parece buscar que nos invada la pena ante la perdida de estos personajes. A excepción de su sobrecogedor final, donde inspiran verdadera compasión, lo que vemos de los hombres es bastante ridículo. Resultan casi grotescos durante las estilizadas escenas en las que siguen a la protagonista a la boca del lobo.

Se nos dan varias pistas de que algo está cambiando en la protagonista. En un momento dado, utilizando el plano subjetivo con el que antes estudiaba a los hombres, la cámara nos indica que el alíen está mirando por primera vez a las mujeres. Nunca vemos que las escoja como presa, así que debe mirarlas por pura curiosidad. Su tarea consiste en cazar hombres y al parecer su piel de mujer y un breve repertorio de frases es más que suficiente para llevarla a cabo. En una escena anterior, su punto de vista nos ha mostrado a un grupo de mujeres como una turba incomprensible. Lejos de ser una crítica a estas amigas que van de fiesta, la secuencia revela la total carencia de herramientas sociales del alíen, especialmente con el sexo que no tiene nada que ver con su trabajo.

El motorista, suponemos que otro alíen supervisor, realiza una visita de reconocimiento. Aunque que su tarea de controlar a la protagonista pueda darle una aire inquietante, la mujer muerta vista al principio hace sospechar que el puesto de trabajo requiere protección. Poco después vemos al alíen conectar por primera vez con nuestra especie y, acto seguido, sufrir su primer intento de agresión. La furgoneta que viene con su puesto es lo único que la protege de un grupo de hombres que la aporrean, intentando entrar.

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A mitad de la cinta la protagonista recoge con su furgoneta a un hombre con la cara desfigurada. El alíen, sin prejuicios estéticos, no parece mirarle de una manera diferente y le pregunta con inocencia por qué hace la compra de noche. Su interacción con él, aunque llena de diferencias con lo visto hasta ahora, sigue el curso habitual. Siendo justos, sin prejuicios basados en el físico no hay razón para que esta presa le inspire mayor compasión que las anteriores. Damos al hombre desfigurado por muerto cuando, saliendo de casa, la protagonista se ve en un espejo. Clavada ante su reflejo, se mira con asombro. Tras este encuentro con su piel humana, libera a su presa y conduce la furgoneta hasta abandonarla en medio de la niebla. El alíen se pierde en nuestro mundo con una creciente expresión de preocupación. Su presencia sigue siendo extraña, una mujer joven vagando sola por la campiña escocesa. Ha dejado su trabajo y por lo tanto perdido los privilegios que venían con el puesto. Despojada de su frialdad y su furgoneta, sentimos más miedo por ella a plena luz del día que durante las escenas nocturnas de la primera mitad. El motorista la busca incansable. Sabe que nuestro planeta es hostil con las mujeres, más aún si carecen de información y apoyo, como es el caso de la protagonista. Sus siguientes interacciones con humanos, de nuevo hombres, ya no seguirán el guión memorizado por el alíen y estarán por lo tanto fuera de su control. Ellos toman casi todas las decisiones durante el resto del metraje. La protagonista ha perdido la chaqueta entallada que compró al principio de la película y a partir de ahora la veremos vestida con una cazadora de hombre que le queda grande.

El primer hombre que la encuentra, le ofrece ayuda y la acoge en su casa. Se preocupa de que tenga todas las comodidades y espera castamente a que sea ella la que se ofrezca a tener relaciones sexuales. Incluso la lleva de excursión a un castillo y la coge en brazos para cruzar un charco. Este príncipe azul podría parecer un personaje positivo, si pasamos por alto que una vez la protagonista ha declarado necesitar ayuda, no hace ni una sola pregunta sobre ella. No tiene problema alguno en acostarse con una mujer de comportamiento errático de la que no sabe nada. A la que ha visto aterrorizada hasta el punto de no poder bajar una escalera. Como Pigmalión, está encantado de poseer una hermosa estatua hecha carne.

Mientras tanto, el alíen ha empezado a descubrir su nueva piel. En la intimidad de su habitación, observa su cuerpo desnudo en un espejo. Mira sus músculos, sus huesos y sus curvas. Mueve las articulaciones y los dedos de los pies. La cámara no sexualiza a esta mujer que examina su cuerpo de manera infantil.

La experimentación la lleva a acostarse con su anfitrión. Puede que en parte lo haga para complacerlo. Su escasa interacción con los humanos ha girado entorno al sexo, es lógico que lo utilice para relacionarse con ellos. No parece saber nada de como funcionan las relaciones sexuales y desde el momento en que ella ofrece su boca para ser besada, el hombre dirige la escena hasta que la protagonista la interrumpe de manera abrupta. Ha pasado algo inesperado en su entrepierna, zona más importante de lo que le ha dado a entender un primer examen a su cuerpo y que había pasado por alto. Ahora la observa con estupor. El alíen ha llegado a la confusa y angustiosa adolescencia sin que nadie le haya dado la más mínima pista de lo que se avecina.

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Conmocionada por el descubrimiento, la protagonista huye de nuevo sin rumbo y se adentra en el bosque, donde se encuentra a un leñador que intenta iniciar una conversación casual con ella. Igual que el príncipe azul, este segundo hombre arquetípico puede parecer, en principio, un personaje positivo que le da indicaciones. Este caso se nos mostrará lo contrario de forma contundente. Su encuentro inicial ya es sospechoso, las preguntas que le hace recuerdan a las que hacía ella a sus presas. Se despiden y la protagonista camina hasta encontrar un refugio donde se queda dormida. El alíen sabe poco de los humanos, pero sabe de consentimiento. Cuando se despierta con la mano del leñador bajo su ropa, no hay atisbo de duda en su reacción y tras tratar de quitárselo de encima, sale corriendo de la cabaña. La escena de violación es difícil de mirar, lo mínimo que se debe exigir cuando un director decide dar al espectador la oportunidad de presenciar algo así desde la comodidad de su sillón. La piel humana del alíen se rompe en el violento forcejeo, dejando a la vista lo que hay debajo. El leñador parece huir confundido, pero pronto vemos que en realidad ha tomado una terrible decisión. Desde que el leñador intuye que la protagonista es algo que no entiende hasta que reaparece para rociarla con gasolina y prenderle fuego, pasan dos minutos de reloj.

Mientras las cenizas de la protagonista se mezclan con la nieve, vemos por última vez al motorista escrutar el horizonte, buscándola sin esperanza. Nuestro mundo la ha engullido, como a tantas otras. ¿Qué sucede cuando un ser que no conoce los prejuicios humanos es dotado de un voluptuoso cuerpo de mujer? La respuesta del film a esta pregunta es descorazonadora. El alíen es un caso extremo pero, al fin y al cabo, ninguna mujer nace sabiendo hasta qué punto el trato que la dará sociedad está condicionado por su género. Es algo que aprende al relacionarse y que muchas adolescentes aún desconocen cuando desarrollan los rasgos que las hará ser vistas como mujeres. La película retrata una sociedad que valora a las mujeres en base a su aspecto y sus atributos sexuales. Además del desprecio a las personas bajo la piel que eso conlleva, nos muestra como, cuando no cumplen lo que se espera de ellas, reciben la más terrible violenta.

Justo en esos dos minutos previos a que arda en llamas, Glazer hace un regalo maravilloso a su protagonista. La piel humana del alíen se ha desprendido y ella se tambalea malherida. Cae de rodillas y con cuidado retira la parte superior de su disfraz, mostrando su verdadero rostro. Se quita la piel solo lo suficiente para poder mirar cara a cara su rostro humano. Su muerte sigue siendo injusta y terrible pero, al menos, ha conseguido algo que seguramente encantaría a la protagonista de Dans ma peau (2002), una mujer obsesionada con ver qué tiene dentro. Su interior y su exterior, se han mirado a los ojos.


Publicación original: enimaXes

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