Cuando no entendemos la sociedad, la medimos. Casi todo se puede cuantificar

Algunas anotaciones extraidas del artículo El error de intentar medirlo todo, de Daniel Innerarity:

 Vivimos en el régimen de la omnimetría, donde todo puede ser medido y sin las cantidades nada se evalúa con objetividad. Hay una permanente medición y valoración de cosas, personas, profesiones e instituciones.

Quien mide, inevitablemente, presta mayor atención a las dimensiones que se dejan medir mejor, de manera que éstas son privilegiadas en relación con otros aspectos de la realidad. La cuantificación hace que destaquen determinados aspectos, e invisibiliza a otros.

La forma numérica se reviste de una objetividad incontestable y confiere a las opiniones una especial capacidad de imponerse. Es más difícil dudar de un juicio apoyado en datos que del que se presenta como mera opinión. La cuantificación, es decir, la transformación de los fenómenos sociales en el lenguaje de los números, consigue muchas veces sustraerse de la obligación de justificarse y se inmuniza frente a la crítica

Las estadísticas presumen de reflejar una realidad objetiva, pero son construcciones selectivas que en parte producen esa realidad. El mundo de los números institucionalizados prescribe a los autores cómo han de ver la realidad y de acuerdo con qué principios deben actuar.

En un mundo en el que la política se confía a las representaciones cuantitativas, la lucha por el modo de medir se ha convertido ya en una tarea genuinamente democrática.

Los números son enemigos de «lo posible» porque «un caso negativo nada prueba, uno positivo sí».

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