Quienes, contra todo pronóstico teórico, todavía no conseguimos conciliar como dios manda (en este caso la ley, que vamos de laicos) la vida familiar y laboral, procuramos desayunar con la radio para colar, entre las respectivas urgencias, alguna información básica sobre el estado de la situación, o la situación del estado, según se mire.

Con toda la lucidez que me puedo permitir a las siete de la mañana, viajo con mi café entre las guerras del momento y el huracán, terremoto o inundación de turno. Continúo la lista de barbaries con la última víctima de violencia doméstica, es decir, asesinada en familia, y me lanzo al segundo café a ver si me salva de tanta pesadilla.

Y al fin, mientras los contertulios se toman un descansillo, puede que con bollo o churros incluidos, llega lo positivo: ING Direct, la banca que promete múltiples beneficios a quien ya tiene dinero, los cursos CEAC que te gradúan sin estudiar y la lotería nacional, que te va a transformar en un auténtico ex don-nadie.

Pero lo mejor viene un poco después. No me siento en forma hasta que una voz masculina, firme y bien modulada, abre la puerta a la esperanza: “Como siempre, una de las mejores noticias del día está en supermercados Gadis”. Reconozco que luego, la lista de las ofertas se me escapa porque en mi superorganizada vida el precio del pollo o la pasta de dientes entran en la programación de tarde. Pero los asuntos se me han hecho más cercanos y vuelven a parecerme importantes mis urgencias.

El mundo no se puede arreglar en un día. Enciendo un cigarro y retomo mi rutina mañanera.


Publicación original: Opinión Coruña

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