¿Inteligencia? ¿Colectiva?

Cuando alguien te señala con precisión un hecho, incómodo para tu tranquilidad mental, se inicia un proceso de recolocación ciertamente complejo. Sobre todo cuando coincide con las pocas certezas y múltiples preguntas que una anda tratando de colocar para comprender, decidir y actuar.

Hace unos días Gonzalo Martín recomendaba en su post El narcocine mexicano invertir 23 minutos en la visualización de un documental “apasionante”. A menudo, el alto grado de especialización en el audiovisual de Gonzalo hace que sus post me resulten densos, me faltan conocimientos específicos, por lo que me suelen implicar una inversión de tiempo y esfuerzo mental que se traduce en nueva ventana con múltiples pestañas. Pero siempre merece la pena porque no se trata de un conocimiento difuso. Lo suyo es la concreción, incluso cuando sugiere y te hace ver que el audiovisual no es un sector, es una realidad transversal e incontestable. Estamos enganchados al “play”, y cedemos fácilmente los minutos para pinchar un vídeo mientras correos, informes, etc. se amontonan en espera de un hueco libre.

Hablar de audiovisual es hablar del reflejo de nuestra sociedad (o de su inspiración, quien sabe), de modelos de negocio, de distribución, de propiedad intelectual… En cualquier caso, de inteligencia colectiva. O, al menos, así lo interpreto yo.

El narcocine mexicano no me dejó indiferente. Con la lógica lineal, es fácil encontrar víctimas y culpables. Pero con la lógica sistemática, para comprender una situación, hay que entender todo el sistema y sus complejas interacciones. Y la cosa se complica más si tenemos en cuenta que, en las actuales circunstancias, en el binomio socio-económico, por más duela la hipocresía (si ello es posible) pesa más lo segundo que lo primero.

Dice Gonzalo:

El cine relacionado con el narcotráfico en México tiene una larga vida, pero su configuración actual se parece demoledoramente a la industria del porno y a la de los filmes gore del Nollywood nigeriano: presupuestos de 40/50 mil dólares, cuatro días para hacer un guión, rodajes breves, en cinco semanas la película directa a DVD. Mercado: el norte de México y, sobre todo, el sur de EE.UU.

La Serie B, cultura popular, negocio. Modelos de producción de mucho futuro aunque a más de uno se le van a poner los pelos de punta, y no me refiero a que la mafia pague películas, aunque aquí hemos tenido constructores pagando teles locales.

Mi inmediata reacción fue de auténtico desconcierto. Digamos que me vino rebotada la decadencia del desconocimiento conse ntido, la consciencia de que la fragmentación del trabajo suspende la responsabilidad moral y la certeza de que a la realidad, hay que mirarla de frente.

Y sabemos que las vacas criadas y subvencionadas en los países ricos (las nuestras también) consumen la mitad de la producción mundial de granos, al mismo tiempo que millones de personas del planeta pasan hambre. O vemos en las películas como los fines de semana, adolescentes americanos cruzan a México, entre otras cosas, para beber alcohol., algo que en el país de las libertades no les está permitido hacerlo antes de los 21 años, aunque vivan rodeados de armas o a los 18 los estimulen a enrolarse en el ejército y les enseñan a usarlas y a matar.

Y es en ese caos de miles de narcoasesinatos, de feminicidio sangrante, que destruye en el silencio propio y ajeno a centenares de mujeres, donde la realidad nos invita a aprender los nuevos modelos de negocio en un sector tan trascendente como el audiovisual.

Porque sigue teniendo razón Gonzalo cuando en un comentario posterior aclara: Sin serie B no tendríamos, por ejemplo, a Tarantino. Ni el cómic. La cultura popular es cultura y lo ha sido siempre, al tiempo que despreciada. En esos miles de películas seguro que hay un artista en algún lado. Además, son historias del mundo real que están reflejando la realidad de un país que está al borde de ser un narcoestado.

La simplificación de modelos sociales nos lleva al maniqueísmo, como el que estamos viviendo en España, y a la distorsión de la realidad que oscurece el futuro. Lo único que nos queda es apelar a una verdad reconstruida, no por lo que vemos delante, sino por lo que hay detrás de lo que vemos.

Así que, una vez más sin conclusiones me pregunto: ¿Seremos capaces de conceptualizar los modelos de negocio al tiempo que recuperamos la inteligencia colectiva?

Publicación original: enPalabras

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