1776, Estados Unidos

El estado de New Yersey aprueba una ley por la que se reconoce accidentalmente el derecho de las mujeres a votar, al mencionar la palabra «personas» en lugar de «hombres».

Se corrigió en 1807!!!

Nuestro particular observatorio para el análisis del significado de este tema tan confuso y difuso que se tiende a unificar en el concepto de igualdad tiene su propio espacio, pero esta perla era demasiado jugosa para resistir la tentación.

Es probable que no destaque el que lo escrito aquí procure no apoyarse por sistema en manido, y polémico, «masculino genérico», al igual que tampoco el uso del os/as, que tanto se lleva y tan incordioso resulta. Y mejor que no destaque, pero es un aspecto que procuramos cuidar porque no es una cuestión de cambiar palabras, sino de revisar conceptos. Algo bastante más simple de lo que parece y con lo que dejaríamos de dar excusas para tanta logorrea entorno al representante de la «T» en nuestra real academia. Por cierto, T de…. ¿tarugo en su cuarta acepción? ¿talibán en su generalizado significado de integrista?. (si fuera mujer, talibana, que la palabra tiene oficialmente femenino).

Hace años una amiga me enseño escandalizada un artículo, (que además firmó expresamente como académico, a pesar de ser la sección semanal por la que cobraba en una revista) en el que se jactaba públicamente de la respuesta de la RAE a la consulta que hizo una comisión del parlamento andaluz sobre la revisión del lenguaje en los documentos oficiales. Internet me permite rescatar ahora la parte del artículo que viene a cuento:

… la RAE respondió puntualizando que tales piruetas lingüísticas son innecesarias; y que, pese al deseo de ciertos colectivos de presentar la lengua como rehén histórico del machismo social, el uso genérico del masculino gramatical tiene que ver con el criterio básico de cualquier lengua: economía y simplificación. O sea, obtener la máxima comunicación con el menor esfuerzo posible, no diciendo con cuatro palabras lo que puede resumirse en dos. Ésa es la razón de que, en los sustantivos que designan seres animados, el uso masculino designe también a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos. Si decimos los hombres prehistóricos se vestían con pieles de animales o en mi barrio hay muchos gatos, de las referencias no quedan excluidas, obviamente, ni las mujeres prehistóricas ni las gatas.

Sin entrar en la ausencia de criterio o los insultos que adornaban el artículo, convendría preguntarse si lo que necesita revisión no es la falta de rigor científico de la «real» academia. El ejemplo de New Yersey no es, ni mucho menos, el único, pero su trascendencia legal lo eleva a la categoría de espléndido.

Por cierto, me pregunto si los once años que les llevó corregir el «error» serían de debate público, de puro procedimiento o simplemente el tiempo necesario para construir el argumentario formal con que disfrazar la vergüenza de tal pueril error, que obligaba a restablecer derechos básicos a la mitad de la población. O tal vez fue el tiempo que les llevó comprender que, conquistados los derechos, incluso podrían querer ejercerlos. ¡Que osadía!

Si es que ya lo decía Vicente Fernández

Con dinero y sin dinero
hago siempre lo que quiero
y mi palabra es la ley
no tengo trono ni reina
ni nadie que me comprenda
pero sigo siendo el rey

Publicación original: enPalabras

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