¿Qué puedo hacer yo?

Hasta hace poco tiempo mi opinión sobre patentes y derechos de propiedad intelectual, era más bien poco sostenible, más intuitiva que fundamentada. Y es que no es una cuestión de entender conceptos, que también, sino de comprender causas y alcances.

Mi acercamiento al tema fue hace casi diez años, cuando me “tropecé” con alguien que, apasionadamente y con razonamientos sencillos, me descubrió que el software libre era algo más que una idea romántica, que se trataba de ahorro de costes, de desarrollo socioeconómico, de modeles de negocio, de innovación. Y yo, curiosa y obediente, leí por aquel entonces La catedral y el bazar… y todo lo que se puso a mi alcance.

El tiempo y el trabajo me llevaron por otros derroteros, como suele ocurrir, aunque siempre en el entorno de la innovación y la tecnología. Pero lo inmediato es mal consejero y, como siempre que te centras en proyectos concretos, terminas por repetir los argumentos establecidos y dejas de curiosear que, al fin, es lo mismo que dejar de cuestionar.

Pero los asuntos pendientes son tercos. Como cuando dices a alguien “lo pensaré” con la evidente intención de aplazar un problema que siempre vuelve corregido y aumentado. Tras un tiempo de circuitos establecidos y de saturación de lo “políticamente correcto” la casualidad, aunque el azar es tan sólo relativo, me ha puesto frente a la urgente evidencia de que la sociedad no se puede permitir está parálisis llamada monopolios, porque el conocimiento es, debe ser, un bien público.

Las descargas, la ministra Sinde, la Sgae… necesitaba simplificar y empecé a leer, hasta que, finalmente escuchar a Stiglitz me ayudó a entender las bases económicas y la creciente globalización de la propiedad intelectual: las distorsiones de la información asimétrica, el gran coste de delincuencia que pasa por el sistema de patentes, que los alimentos se comen y desaparecen mientras que cuando el conocimiento se usa se multiplica… Es decir, que el sistema de patentes no proporciona los incentivos necesarios para el desarrollo.

Hace falta pensar y debatir, y tener ejemplos y datos, pero también podemos hacer gestos a pequeña escala, pequeños pasos al frente que, como los granos de arena, van contribuyendo al desgaste y a generar conciencia sobre los beneficios del domino público.

Yo quiero hacerlo, pero tampoco es tan sencillo, porque como me dijo un amigo: No se puede ceder nada al dominio público, pues eso solo sucede cuando vencen los derechos. Una buena fórmula es la empleada por David de Ugarte, que incluye la parte ideológica y los aspectos legales.

Salvo indicación o advertencia en contrario, la autora de todas las entradas de este blog hace devolución expresa de ellas al Dominio Público.

¿Qué se puede hacer?: Se puede, sin permiso previo, copiar en cualquier formato o medio, reproducir parcial o totalmente sus contenidos, vender las copias, utilizar los contenidos para realizar una obra derivada y, en general, hacer todo aquello que podrías hacer con una obra que ha pasado al dominio público.

¿Qué no se puede hacer?: El paso de una obra al dominio público supone el fin de los derechos económicos de quien la creo sobre ella, pero no de los derechos morales, que son inextinguibles. No puedes atribuirte su autoría total o parcial. Si citas los artículos o utilizas partes de ellos para realizar una nueva obra, debes citar expresamente tanto a la autora como el título. No puedes utilizar este blog o partes de él para insultar, injuriar o cometer delitos contra el honor de las personas y en general no puedes utilizarlo de manera que vulnere los derechos morales de su autora.

A fin de cuentas en mi caso, y supongo que en muchos más, escribir es una forma de entender y de sobrevivirme. Yo aprovecho el conocimiento de los demás, si puedo aportar algo, bienvenido sea.

Publicación original: enPalabras

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