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100 ideas para remontar es el recetario de propuestas de debate que El País nos ofrecía hace unos días, como resultado de las aportaciones de «docenas de economistas, sociólogos, ministros, presidentes autonómicos, altos cargos, expertos o líderes de todos los partidos».

Da pánico pensar que, a estas alturas bajuras de la crisis, todo lo que podamos esperar de tan selecto equipo sean «propuestas de debate».

¿Y por qué 100, y no 50 ó 125? Pues es fácil, hay que contentar y dar cabida a todo el mundo así que, 10 apartados, a 10 propuestas por apartado… ¡100 recetas!. Eso sí, cada sección con su eslogan:

  1. SANIDAD Más eficiencia y reformas
  2. LA ADMINISTRACIÓN Orden e información
  3. EDUCACIÓN Contra el fracaso
  4. ASUNTOS SOCIALES Impuestos y dependencia
  5. PENSIONES Reforma a fondo
  6. INFRAESTRUCTURAS Menos AVE, más logística
  7. EXTERIORES Y DEFENSA Menos gastos, más marca
  8. EMPLEO Y PRODUCTIVIDAD Más flexibilidad
  9. ENERGÍA Verde y racional
  10. MODELO PRODUCTIVO Valor añadido

No esperaba un buen análisis que ayudara a llegar al problema de fondo, sino una relación de síntomas escrita con más o menos brillantez demagógica. Pero el horror llegó más pronto de lo esperado: el apartado de «educación» pudo con mis buenas intenciones y con mi paciencia. Como he enlazado el artículo al principio, no voy a repetirlas aquí, que es, como mucho, espacio de errores propios, no de horrores ajenos, aunque me/nos afecten.

Tenía yo reciente además las palabras de Richard Feynman que en el primero de los cinco vídeos de El placer de descubrir las cosas, cuentas como su padre lo educó con un amoroso interés en la discusión: «Mi padre sabía la diferencia entre saber el nombre de algo y saber algo»

Este científico sobresaliente, laureado con mÚltiples honores y distinciones de los que renegaba, premio Nobel de Física y profesor legendario, decía de sí mismo «Tengo una inteligencia limitada, y la uso en una dirección particular». Y decía también que «Lo que no encaja es lo más interesante, la parte que no sale cómo esperabas«. Pero lo que más me impresionó fue esta parte de su discurso:

Yo puedo vivir con la duda e incertidumbre de no saber, creo que es mucho más interesante vivir sin saber, que tener respuestas que pueden estar mal. Tengo respuestas aproximadas, posibles creencias y diferentes grados de certeza sobre distintas cosas, pero no estoy absolutamente seguro de nada, y de muchas cosas no sé nada

Inteligencia y humildad no son fáciles de encontrar, incluso por separado. Pero al menos cabría esperar rigor y responsabilidad en lo que se transmite desde los medios de comunicación, ya que tanto pelean por desprestigiar a quienes osan robarles el protagonismo y las audiencias.

Volviendo al recetario, parece que es el resumen de propuestas que recoge el Especial: la sostenibilidad del Estado de bienestar. Yo sugiero que primero recurran a la RAE, por lo menos, y se revisen el significado, aunque lo que hay que hacer es cuestionar un paradigma a todas luces ineficaz, tramposo y obsoleto.

De una didáctica entrevista en la que cuestionaba ayer Gonzalo Martín los mitos entorno a la crisis y perspectivas de los modelos de negocio en la industria audiovisual, me quedé con una de esas obviedades que tanto me gustan: ¿Cuando empezó el proceso a no adaptarse?

¿Habrá alguna forma de que nuestras «limitadas inteligencias» se pongan a trabajar en una sola dirección, y a ser posible, en la correcta?

 Publicación original: enPalabras

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