De jornadas, seminarios y talleres

Dinamizar es, por definición, conceptualmente incompatible con la burocracia gubernamental. Sin duda necesitamos innovar, pero cuando la administración se marca como objetivo la dinamización de la innovación toca escarbar en el lenguaje para transmitir y adaptarse a los ambiguos e inciertos criterios de valoración señalados.

De entrada ya no es que anime esto de «jornadas, seminarios y talleres sobre la importancia de la innovación y su aplicación sistemática y profesionalizada». Suena a metódico aburrimiento, a manada obediente acudiendo a la cita (hoy por ti, mañana por mí). Pero también es cierto que me da dolor de estómago la exaltación de la creatividad tan al uso.

Normalmente escribir me disciplina. Me gusta «contar» proyectos, captar y doblegar las ideas difusas para ponerlas enPalabras y hacerlas realidad. Incluso se me da bien traducir el lenguaje empresarial al institucional pero, no sé por qué, últimamente me cabrea. Bueno, sí lo sé, porque un buen proyecto de dinamización tendría que decir todo lo contrario de lo que se quiere oír, y es necesario pasar los filtros. O sea, no innovar.

Ahora toca innovar por decreto y hay que usar un lenguaje etiquetado que se ha gastado, como el amor, de tanto usarlo. Porque para que haya futuro en los modelos de negocio de los que tanto gusta hablar, hay que cuestionar las vacas sagradas. Y para hablar de innovación hay desterrar monopolios y privilegios y cambiar hacia la lógica de la abundancia.

Porque lo cierto es que no necesitamos dinamizar sino dinamitar y dejar de conformarnos con la amabilidad sistematizada que mantiene nuestro mundo en órbita cada vez que lo informatizado antepone nuestro nombre al saludo. Dejar este sistema «falcogedor» (falso + acogedor), en vez de repetir «hay que» mirando hacia un papá estado que tan poco nos soluciona.

Pero eso será después de hacer los deberes. Ahora toca abusar un poco de las palabras, a ver si no se rebelan.

Publicación original: enPalabras

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