Lecturas al margen: «La mujer que leía demasiado»

Hacía tiempo que no leía un libro escrito por una mujer y que hablara sobre mujeres. Tuve mi época, cuando empecé a darme cuenta de que tras años de devorar todo lo que caía en mis manos, pocas eran las escritoras de las que podía hablar.

Supongo que exploré ese terreno hasta que algunas ideas se fueron asentando pero, a decir verdad, nunca me he parado a verbalizarlas. Mi diálogo con los libros es otro.

10_ConfundiaLosPensamientosConLasSilabasÉste vino a mis manos por azar y se quedó, a pesar de lo que explicaba la contraportada, porque me intrigó su autora y porque novelaba a un personaje real. De la escritora, Bahiyyih Nakhjavani, más que la excelencia de su curriculum y trayectoria profesional, me ha llamado la atención su ruta de vivencias. Educada entre Uganda y Gran Bretaña, ha vivido en Canadá y Estados Unidos, enseñó literatura europea y estadounidense en Bélgica y actualmente reside y enseña en Francia.

La mujer que palpita tras las páginas de la novela, Fatima Baraqání, más conocida como Tahirih o Qurratu’l Ayn, una poetisa y estudiosa de Qazvin (Irán, 1817-1820) fue instruida desde muy pequeña por su padre, un mujtahid usulí, en el conocimiento de la teología coránica hasta llegar al máximo nivel, algo inaudito y a lo que pocas personas llegaban, mucho menos una mujer.

Pero el conocimiento tiene su precio, no te permite seguir ajustando el cerebro a normas chiquititas ni doblegar tu dignidad tras una cortina para poder enseñar, así que un día, rompió las normas y dejó caer el velo. Sin duda la disculpa fue perfecta para justificar iras y persecuciones del poder político y religioso (suena redundante esto, y muy actual).

Lo cierto es que Tahirih en 1844 pasó a formar parte de un grupo de eminentes teólogos que se unieron al movimiento espiritual surgido en torno a un joven comerciante, llamado el Báb, quien desató entre los persas de todas las clases sociales un torbellino de esperanza y entusiasmo al anunciar:

“que la humanidad se hallaba en el umbral de una era que presenciaría la reestructuración de todos los aspectos de la vida, en la que nuevos campos de conocimiento desarrollarían las mentes humanas hasta el punto que cualquier niño en el futuro ganaría en conocimiento al más erudito de aquella época.

No fue la única perseguida. La violenta hostilidad del clero chií alcanzó a todos los que siguieron aquellas enseñanzas en la forma en que siempre actúa la represión: descrédito, destierro, tortura, asesinato… Sin duda es destacable y entendible que la historia de la poetisa de Qazvin, Tahirih, se convirtiera en la mecha que prendió dentro y fuera de los harenes. El conocimiento es lo que tiene, que adora la libertad y no entiende de sexos.

Sé que esta es la clase de afirmaciones con las que suelo “hacer amig@s”, porque no hemos superado la adicción a mitos y épicas descontextualizadas. Ateniéndonos al marco histórico retratado en la novela, podemos discutir el grado de tortura o humillación por clases sociales, por sexos o por cualquier otro criterio, pero no sé si determinar el grado de sufrimiento, o su arbitrariedad, resuelve la cuestión de la libertad y el respeto.

Decir que la novela es “un canto a la libertad de expresión y emancipación de la mujer” resta importancia al valor de Tahirih y al de todas las personas que abrazaron la coherencia con su pensamiento. Antes y ahora.

La novela traza la captura, el encarcelamiento, la tortura y la ejecución final de la poetisa misteriosa, mientras explora su impacto sobre el alcalde, el ministro, el mullah y el monarca, en un mundo de intrigas y corrupción.

En la Persia de mediados del XIX, un Sha que no cumple los atributos reales es aupado y manejado por una madre reina que no puede reinar, que lo dibuja y lo cobija, que lo impulsa para poderlo manipular. Una estructura en flash-back en constante avance y retroceso. Su historia como eje central por imposición, desmenuzada entre tres mujeres que se nos presentan en cuatro visiones: la madre, la esposa, la hermana y la hija. La poetisa es la esencia y el hilo que los atrapa a todos.

Una reina que no puede reinar y una filosofa camuflada en la etiqueta de poetisa. Una cultura diferente, un siglo diferente. Hombre y mujeres en mundos paralelos que se cruzan en lo biológico, se temen en el intelecto y se estorban en lo social. Y la poetisa en el centro de todas las ausencias, rozando la vida y la muerte con su magia sin misterio.

“La madre del Sha había resuelto controlar el asunto de la poetisa de Qazvin. Tenía derecho a decidir el destino de la predicadora de la alfabetización. Disponer lo que debía hacerse con aquella mujer que confundía los pensamientos con las sílabas y los hechos con las palabras”.

Una gran confusión, como la vida misma, de protagonismos que debían ser y no fueron, de caminos que no se pretendían y resultaron tortuosos y asfixiantes. Una realidad tan sensual como cruel escrita desde las sensaciones pensadas, desde la pasión añorada, desde la intriga y la traición.

«Llenas de amargura, las hijas del alguacil juraron que pesaba más de muerta que de vida, cosa que, según la viuda, se debía a que los silencios de una mujer doblan el peso de sus palabras».

Culturas y tiempos exigentes con el estatus de la ignorancia, donde contaba más la firmeza de la opinión, y su osadía, que su cumplimiento. Todos opresores y oprimidos de si mismos porque nada entretiene más al pueblo que descubrir traiciones y sus expiaciones públicas.

«Como no podía leer el futuro, se concentró en el pasado para ver el camino que tenía hacia adelante, de modo que al llegar a la capital había inventado un historia verosímil”.

No es una novela de la visión femenina sobre el mundo masculino. Es una historia de poder y libertad, como casi todas pero, en este caso, sus personajes principales, los más fuertes, son mujeres

«Cuando dos mujeres tan poderosas coinciden en el mismo momento histórico, las consecuencias para la verdad suelen ser catastróficas».

Mi frase preferida: «La historia está llena de gritos que conviene ignorar».

Publicación original: enPalabras

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