Cosas que voy sabiendo

La intendencia sabatina me ayuda a cruzar el puente entre el cansancio lleno de perspectivas y los minutos silenciosos e intensos de los amaneceres tranquilos de domingo.

Me digo que son los años los que me van distanciando de las pretensiones metafísicas y las comprensiones globales, pero en el fondo brilla la certeza de que las claves que busco juguetean entre los pequeños raptos de lucidez que me asaltan a diario.

Sé que las cosas no son siempre rosas (un color que me gusta más bien poco), ni la sonrisa está siempre a punto, ni la inteligencia lo suficientemente despierta para distinguir, entre las inmediateces, lo que de verdad merece la pena.

Sé que el cerebro argumenta para autoconvencerse de las decisiones tomadas, y de las no tomadas, que los sentimientos se revuelven y la duda asoma el hocico haciendo temblar los cimientos de la madurez.

Sé que los hijos nos hacen dudar y renegar de los sueños no cumplidos. Que nos amenazan con su joven insolencia cuando pretendemos manipularlos con nuestras frustraciones. Que nos recuerdan que el tiempo pasa y que el nuestro, para muchas cosas, ya ha pasado. Que la primera línea de algunas locuras ya no nos corresponde. Hay otras por descubrir.

Sé que dejan más huella las ternuras que los festejos, que los silencios invaden más que las palabras, que los mejores pensamientos no han alcanzado nunca la categoría de realidades y que, tal vez por eso, tampoco los hemos manchado con nuestra humana imperfección.

Sé que es cierto que lo que no nos mata nos hace más fuertes y que aprendemos demasiado tarde a no desperdiciar nuestro tiempo en lo que nos falta.

Sé que el rosa me empalaga y que, al contrario que la mayoría, asocio el negro a la esperanza porque como me dijo un día una buena amiga, “el punto más oscuro de la noche, es justo antes del amanecer”.

Sé muchas cosas porque me empeño en vivir, porque cometo errores y porque procuro compartir sonrisas.

Y también sé que la lista de lo que aún no comprendo no me cabe en una pequeña divagación escrita al margen, pero estas certezas chiquititas van ayudando a regular intensidades. No están los tiempos para batallas inútiles.

El regalo: Amalia Llorente pone música a mis palabras y a mis silencios: Bach Partita No. 6 – David Fray

Publicación original: enPalabras

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