Des-incentivos para innovar
Negociar las grandes cuestiones es como pretender ver el fondo de un estanque cuya agua no dejamos de revolver. Es decir, un diálogo de besugos.
Lo difuso nos invita a la búsqueda en un proceso de apariencia caótica y dispersa, se diría que en busca de inspiración, pero la prisa y la necesidad del razonamiento constante nos pierde. El proceso de in-formarse, tiene sus tiempos y sus procedimientos.
La capacidad de asombrarse y cuestionar ha movido el mundo, pero nos hemos acostumbrado a tener respuestas inmediatas y eso ablanda el cerebro. Tenemos que pensar «en la generación de valor» como criterio, no como dato sino como primera medición. Eso implica que la tecnología al servicio de las personas, el cuidado de los eslabones y las interdependencias son lo que nos darán la verdadera contribución individual al fin.
Los discursos exaltados en caminos llenos de escollos producen frustración. Dividamos la misión, despejemos un poco el camino para que quienes tienen la capacidad de visualizar el futuro que necesitamos puedan concentrarse en avanzar.
El proceso de búsqueda y recolocación es, casi siempre, desesperante, como cuando tienes esa palabra en la «punta de la lengua» y se niega a salir. Y resulta doloroso, o cuando menos incómodo, porque tendemos a repetir rutas que en el fondo sabemos ineficaces, pero la razón es lo que tiene, que nos dirige a senderos conocidos.
Con los años, y la experiencia, estos procesos se hace más llevaderos pero cuando vas empezando a ver la luz siempre sorprende la sensación de estimulante paz que viene acompañada por un derroche de energía. Y entonces empiezas a ver las rendijas… y las puertas.
Lo cierto es que incluso en los caminos más oscuros siempre hay personas que incitan a aprender, a superarse. Pequeños gestos que a veces no van más allá de un correo, una llamada, una palabra…. pero hay que saber escuchar.
El empeño en gritar soluciones, esta falta respeto al silencio, es un auténtico des-incentivo para innovar.
Puublicación original: enPalabras