Pero… ¿cómo te puede gustar? ¡Es muy machista!
Desde que comencé a entusiasmarme con Mad Men, esta observación me la han espetado con incredulidad en más de una ocasión. Y curiosamente no fueron mujeres, sino hombres. Cierto que hay momentos que sublevan precisamente por el realismo con el que se tratan pero eso no califica a la serie sino a los hechos.
Acabada la temporada 4 (snif!) tengo que agradecer las recomendaciones porque… ¡Me ha encantado!
Y también coincido en que merece un segundo visionado para saborear todos y cada uno de sus personajes, de sus diálogos, de los matices que integran la complejidad de un tiempo en el que se fueron mezclando los excesos del pasado con la fiebre del despertar consumista. Un tiempo en el que el cigarro y la copa parecían una extensión de las personas… pero no más que hoy en día el móvil, que se ha impuesto y nos domina en lo privado y en lo público.
Mad Men es un derroche para los sentidos porque no se mueve en las medias tintas de lo políticamente correcto: lo bueno y lo no tan bueno, tienen nombre y apellido. Magnífico retrato de una época en la que se aceleraba la transformación del espacio social conquistando nuevos ritmos y retos entre los excesos de palabrería de ellos y los elocuentes silencios de ellas. Está claro cual fue la fórmula que fuimos aceptando… y en la que aún nos debatimos.
Los sentimientos y las dudas personales van evolucionando a la par que la intensidad de la luz y los colores. Los estereotipos sufren en paralelo al avance de la diversidad que pide paso, que reclama derechos, que impone el dolor del crecimiento y la liberación a sus protagonistas.
Mad Men es un todo repleto de momentos. Un tiempo que transcurre lento en medio del vértigo, una cajita de certezas que van perdiendo pureza y ganando en expectativas a medida que salen de su escondite.
Imposible, claro desligarse de la visión histórica y profesional. De la ternura que provoca ir viviendo el surgimiento de productos y marcas que nos llevan acompañando toda la vida, de las estrategias guerrilleras y “la imaginación al poder”.
Y lo que resulta especialmente apasionante es la forma en que retrata las relaciones personales, entre ellos y entre ellas, dentro y fuera del trabajo. La lenta pero imparable evolución del concepto de liderazgo en paralelo a otra invisibilidad que fue llegando a los espacios de poder para quedarse, aunque avance lento y el concepto de poder sigua pendiente de revisión. Ciertamente, hay buenos ejemplos para un master en consultoría.
Como dice Albert: nada de garrafón, sorbos para degustar. Porque en realidad, en lo esencial, seguimos transitando por lugares comunes con las mismas dudas e inseguridades. Vivimos más, pero la vida se nos escapa de las manos como le pasaba a Don:
“He estado observando mi vida. La veo pasar y por más que intento saltar y entrar en ella… no puedo”
Publicación original: enPalabras
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