¿Hay que repensar las estructuras físicas?
Decir, hoy en día, que vives en la misma ciudad que alguien significa muy poco. Y menos en el caso de Juan Freire que en lugar de coger el coche para impartir sus clases en la Universidad de A Coruña, a menudo viene en avión desde… donde cuadre.
Pero saber de qué ciudad hablamos implica más cosas porque las líneas en el mapa ya no son lo que eran y las ciudades que habitamos no son las mismas que las que nos habitan. De eso, y mas cosas, conversaba hace unos días con Juan que se define como un “biólogo raro”, tal vez porque es capaz de mantener los pies en el suelo y la cabeza explorando y haciendo futuro, para tanto dan sus casi dos metros de estatura y su imagen aniñada.
Su capacidad para “hacer” y compartir no es habitual, no hay más que teclear su nombre para comprobarlo, como si con su blog de referencia hubiera sellado un destino universal. Pero no era esa la intención, Nómada era un viaje intelectual más que físico porque lo que le interesaba era explorar cosas que no tenían que ver con el ámbito de su vida profesional: “Era un deseo y mira lo que ha pasado, que se ha convertido en realidad”.
A pesar de que el tiempo le ha ido dando la razón en sus apuestas personales y profesionales, se sigue viendo raro porque la investigación que le gusta es la que atiende problemas concretos que afectan a la gente, la que se define a través de las “comunidades de afectados” y la que experimenta para abrir caminos, como cuando trabajó en 2000 con las cofradías de pescadores para poner en marcha Lonxanet, un proyecto obvio hoy en día pero tremendamente osado hace once años.
Juan parece estar bendecido con el don de la ubicuidad lo que, junto con su capacidad para absorber e impulsar, le permite aprovechar cada minuto, propio y ajeno, en un constante proceso de participación en el que sus claves son siempre la conservación y la explotación de los recursos. Cuando le tocó ser decano “por casualidad” aprendió a gestionar y su vocación de abrirse y conocer otras culturas le ha llevado a hacer lo que mas le gusta: meterse en problemas.
Hablamos de tendencias y de no-modelos, de preocupaciones reales y miopías legislativas, de la necesidad de puentes que hemos de cruzar para que sociedad y economía despierten de su letargo. Pero también de ciudades con exceso de identidad que necesitan enfoque y dinamismo y de tecnologías sociales, que cambian la forma en que la gente se organiza. Porque vivimos en un mundo paradójico y mientras nos peleamos por la regulación del mercado laboral, la gente a pie de calle evoluciona hacia un nuevo modelo cultural en el que trabaja en proyectos y valora la autonomía personal. La división entre trabajo y vida, entre lo personal y lo profesional, es cada vez más difusa. Y no es sólo la crisis, que también, es una nueva forma de vivir.
Ya no se concibe el modelo de consumo pasivo, los procesos son participativos e inspiradores y necesitan nuevos espacios de colaboración que no encajan en la rigidez de las estructuras que nos empeñamos en mantener. ¿Tendremos que repensarlas? Sólo hay que mirar lo que está ocurriendo en el mundo y no seguir empeñados en “vernos” como periferia, pero con matices porque el contacto físico sí importa para afianzar relaciones.
La construcción de redes sociales privadas hace que, en contra de lo que parecía, cada vez nos concentremos más y eso tiene dos efectos: En cualquier sitio puede surgir un nodo de actividad pero… nos pueden desconectar muy fácilmente si no arrancamos o nos falta ambición. Marchar es muy fácil cuando se sabe “dónde está lo interesante”.
Era viernes y el cansancio, agravado por el calor pegajoso de dos días de niebla intensa, a punto estuvo de hacernos ceder a la tentación de aplazar esta conversación que llevaba casi un año pendiente. Pero empezamos a hablar y los veinte minutos de referencia se nos escurrieron por el dobladillo de las intenciones. Y hubiera durado más porque Lucía, nuestra anfitriona, no tenía prisa. Y el tiempo pasó rápido porque mientra le escuchaba, las palabras iban dibujando senderos con luz propia cuyas posibilidades hemos quedado en seguir explorando.
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