Digestión conversacional

Una de las consecuencias de la actual situación de incertidumbre, junto con el constante (ab)uso de la palabra innovación, es la colocación en primera línea de la necesidad de reflexionar. Así, es cada vez más habitual encontrarnos con que la «reflexión estratégica» ha pasado a ocupar un lugar relevante en el seno de muchas organizaciones.

Aclarando de antemano la valoración en positivo de todo primer paso, es necesario considerar algunos aspectos imprescindibles para que el proceso cumpla sus objetivos y no derive en frustración. El primero, sin duda, apunta a las personas y a estilos de liderazgo lo que tiene mucho que ver con la comprensión de su importancia, con la implicación y con abandonar la verticalidad de los enfoques habituales.

Otro aspecto fundamental tiene que ver con la interpretación de lo que debe ser el enfoque y utilidad del proceso de reflexión, algo estrechamente ligado a mi ámbito de trabajo como parte del proceso de in-formación ya que si, superado el quién y el cómo, el objeto a reflexionar se limita a considerar lo conocido, difícilmente conseguiremos distanciarnos del día a día para cerrar o abrir el foco según convenga.

Considerar «nueva o detenidamente lo que hacemos» es el primer paso, como lo es el saber manejar información relevante, pero esto no necesariamente se traduce en datos e informes sino, cada vez más, en la habilidad para extraer la intuición desperdigada en conversaciones, en muchos casos no buscadas.

La velocidad del día a día, y la multiplicación de canales de comunicación, nos ha llevado a conseguir una extraordinaria habilidad para deslizarnos por la superficie esquivando con cortesía y elegancia todo aquello que no figura en nuestro árbol de prioridades. Tras la etiqueta de «interesante» se va acumulando un importante potencial de conocimiento conversacional pendiente de digerir.

La importancia de estas conversaciones, que suelen surgir al margen o en las fronteras, no siempre es fácil de detectar, por lo que no se trata de revivirlas internamente sino de aplicar la metodología adecuada o, cuando menos, aprender a compartirlas para que alguien pueda ayudar a extraer lo que la intuición no nos muestra sin ayuda. Porque tendemos a revisar lo que nos han dicho sin considerar nuestra propia aportación lo cual impone, por definición, un límite interpretativo.

Comentando sobre liderazgo y participación, me destacó una frase que creo que resume lo que debe ser «el objetivo» de todo proceso de reflexión estratégica: «Detectar, rescatar y concertar liderazgos en función del conocimiento necesario». Pero, ¿qué entendemos, o debemos entender, por «conocimiento necesario»? ¿El que tenemos o el que deberíamos tener? ¿El que ya hemos detectado o el que todavía no hemos definido?

La aparente ambigüedad de estas preguntas no lo es tanto si consideramos que cada persona que forma el equipo de reflexión estratégica surfea por múltiples conversaciones tangenciales que no llegan a ser traducidas por falta de tiempo y de perspectiva. Contemplar un espacio temporal para que las conversaciones sean «contadas», en el marco del proceso de reflexión, enriquece la dinámica de equipo favoreciendo el proceso de digestión conversacional que se necesita para poder definir cuál es ese conocimiento necesario para impulsar el diseño de un liderazgo participativo.

Publicación original: enPalabras

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