«¿Y si me dejaste por ser alérgico a los gatos?»

De blog a blog y tiro porque me toca, llegué al de Daniel Figuero por un amigo común, aunque debo confesar que lo de Fiesta de Fantasmas se me hacía… raro, igual era que no estaba yo para muchas fiestas en aquel momento. Pero lo que me encontré fue a un chico muy joven y muy serio, con un blog muy personal, ordenado, bien escrito… De una sencillez tan apabullante como la imagen de solidez que transmite.

Pero el mérito es suyo porque aunque Daniel se confiesa tímido dio, por suerte, el imprescindible primer paso comentando. Y no lo celebro sólo por el intercambio de reflexiones que hacemos allá donde nos encontramos, sino porque me mantiene al día en libros y temas que no se dan colado en mi día a día y porque me sorprende constantemente con su capacidad de síntesis. Y, por si fuera poco, también es mi tutor literario en las pequeñas incursiones que de vez en cuando asoman por aquí.

Pero Fiesta de Fantasmas también da título a una excelente selección de relatos cortos (tengo que preguntarle si fue primero el libro o el blog) que pasa a mi colección de especiales porque, además de haberlo disfrutado, guarda en sus páginas una sencilla y bella dedicatoria.

No voy a repetir aquí la sinopsis disponible, que lo intenta pero no llega a transmitir claro está, pero sí alguna de las palabras clave aplicadas por Bubok, su editorial: tiernos, irónicos, cotidianos, fiestas, Fantasmas. Porque todo eso, y más, y muy bien escrito, cabe en esta selección de once relatos. Como esa frase final con la que cobran un sentido inusitado las páginas precedentes o la forma de capturar al vuelo las preguntas con las que nos atormentan los fantasmas cuando ataca el desamor: «¿Y si me dejaste por ser alérgico a los gatos?».

Daniel es escritor. Lo sabe y lo tiene claro, el resto solo es camino a recorrer mientras su mirada construye y relata otras realidades: «No veía a quince personas, sólo a camisas que hablaban, broches temblando, corbatas riendo».

Sorprende su madurez sin artificios, como si un hubiera firmado un pacto con la memoria de su fantasma de cabecera, el que le contó como «Poco a poco, sin apenas darme cuenta, me fui dibujando entre los días, las semanas, fui desapareciendo entre ensaladas y servilletas». Porque, insisto, es demasiado joven para saber que «Los recuerdos no son objetivos nunca… Los construimos, dejamos que se llenen de polvo, los limpiamos y los volvemos a recuperar, o los desgastamos de tanto usarlos»

Mi preferido, y parece que también el suyo (y no sólo por los premios recibidos), sin duda «La Banshee». No copio aquí mi parte favorita porque sería desvelar el relato pero es que es cierto, no se pueden dejar de escuchar las advertencias de una bruja, por imaginaria que esta sea.

La foto no le hace justicia, pero le tengo cariño porque da testimonio de nuestra reciente desvirtualización en Madrid, justo antes de que iniciara yo el viaje de regreso. El tiempo justo de «hacer un café» (como dice otro amigo), casi como si dos fantasmas se cruzaran por un pasillo. Regalos de la Vida que hay que guardar como tesoros.

Publicación original: enPalabras

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