Tecnológicamente hablando

Pueblos vacíos de relevo generacional y autopistas que cambian rumbos y destinos, no parecen motivo suficiente para cuestionar los marcos de pensamiento.

El cartel de la foto, en contraste con la tranquilidad del asfalto, suena a ironía de algún pasado tal vez no muy lejano, pero sí muy distante. De poco sirven la ubicación privilegiada o los brillos de antaño, las tendencias no preguntan, imponen. Y las explicaciones burdas retrasan el avance, pero acaban fracasando. Porque, ¿cuánto vale y cuánto cuesta la credibilidad? Es que son cosas muy diferentes…

Tanto como se habla de productividad, de recortar costes, de regular el marco laboral o alargar el horario de trabajo, me pregunto a quién puedo reclamar la (más de una) semana que los dioses y las tecnologías robaron de mi calendario… y de mi planificación. Y no es un decir porque desde el jueves 6 hasta ayer lunes 17 de octubre, se han escurrido 10 días entre tradiciones locales, celebraciones estatales, fallo durante interminables días del suministro de Internet simultáneo al autobombo comercial y enmudecidas blackberry.

Lo de los dioses (asunto intocable en el que coinciden creyentes y ateos) se asume como inamovible, pero el resto, tecnológicamente hablando, puede que tenga los días contados. Sobreponer cuestionables prohibiciones sobre explicaciones obsoletas, como en la foto, funciona como la zanahoria.

Y digo todo esto pensando en los altísimos costes que la mayoría, que no entendemos demasiado, soportamos por la telefonía, por la conectividad, por los supuestos «servicios de valor añadido» que nos cuelan pero que ni sirven ni añaden. El coste de no parar a escuchar, y a aprender, está siendo demasiado alto. Ando en ello, iré contando.

La semana pasada perdimos, además de horas de trabajo, los nervios y la concentración en interminables e irritantes monólogos con el servicio de averías, con el de atención al cliente y con la empresa a través de la que contratamos. Bueno, y repasando el santoral, aunque esto mejor no contarlo.

Con la (mala) experiencia tan reciente, que alguien me diga que «si no tengo tres minutos para dedicarle me lo tiene que facilitar en uno», y que «el mejor servicio de atención es conseguir que no tenga que haber llamadas»… suena a ciencia ficción.

Siempre me ha hecho gracia cuando escucho lo de la defensa de «intereses privados» en referencia a las grandes corporaciones y/o fortunas, que lo son a costa del resto, porque ¿y la realidad de pymes y micropymes o las nóminas de quienes trabajan en ellas? Parece que aquí lo único privado son los problemas.

Publicación original: enPalabras

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