Todos los géneros tienen sus tópicos pero en los dramas carcelarios la existencia de barrotes, aún siendo el más aparente, es el menos importante. Y tampoco la presunta culpabilidad, el quid de la cuestión está en cómo se aborda la supervivencia que tiene, aún dentro de lo esperado, muchos matices y diferentes posibilidades de enfoque.

  • – la maldad encapsulada de dentro
  • – la cuestión legal, que pelotea entre abogados y fiscales, policías de dudosa calaña y sistemas judiciales (muy) cuestionables
  • – la reacción, o la indiferencia, de los que quedan fuera, desde la familia a la sociedad, pasando por los medios
  • – las propias culpabilidades existenciales que afloran cuando la vida se detiene bruscamente

En Presunto culpable hay un poco de todo. Los cinco capítulos de la primera temporada me han dejado la impresión de larguísimo preliminar de algo. Como si todos los personajes se estuvieran peleando por la primera línea del cartel.

Que tenga coherencia y un mínimo de calidad, implica elegir un punto narrativo de partida, a lo que habrá que sumarle la calidad del guión, el acierto en el casting, el talento interpretativo, la dirección… el arte, vaya. Sé que a la BBC le importa un bledo mi opinión pero, en poco tiempo, ya vamos con el segundo desacuerdo. Puntuando sobre diez, no sé si le daría un cuatro.

No hay tensión, ni ejercicio dialéctico, ni motivo para la reflexión o el debate. Como si la letanía de “imprescindibles” se desgranara cual conductista ejercicio de rezo disciplinario. Nadie investiga los hechos y los escasos atisbos de pasión se sacan de plano. Incluso en la madre, con su fría expresión de amor incondicional mientras busca el antecedente de la maldad que el sistema señala. Como si al fin hubiera encontrado justificación al dichoso incidente con el gato… Todo muy inglés, supongo.

Publicación original: enPalabras

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