Ensayando nuevos contextos

La cuestión del horario y lugar de trabajo no es banal y establecer los criterios para las decisiones que le afectan tiene, además de los debates conocidos, más ramificaciones de lo que parece.

He vivido el proceso de revisión de horarios en empresas de diferentes sectores y tamaños, tanto industriales como puramente ligadas al conocimiento, y lo que empieza con una clara necesidad de cambio, suele encallar en (sin)razones que mas tienen que ver con lo humano que con lo técnico.

¿Un problema de productividad o de control? ¿De normas oxidadas? ¿De tecnología? Sí, pero no. Es, una vez más, un problema de contextos, los que (no) están explícitos y los que se deben visualizar como objetivo.

Nuestro horario de trabajo, de 9:00 a 17:00, es poco habitual en las empresas en esta esquina atlántica. Y lo era menos hace 8 años por eso, antes de implantarlo, ensayamos con ejemplos los efectos en nuestra red de relaciones, que no sólo implicaba a los clientes sino también a proveedores, a la administración y a la red de colaboraciones con la que habitualmente trabajamos.

Pero, precisamente porque trabajar es algo más que producir, y aunque ahora este modelo empieza a inquietar por aquí, llevamos tiempo comprobando que se nos ha quedado obsoleto y necesitamos ensayar nuevos escenarios.

Revisamos el por qué de la incomodidad, que aunque tiene mucho que ver con la propia evolución de la actividad no lo es todo, y dedicamos un poco de tiempo a mirar hacia afuera, tanto a los usos como a los estudios y debates. En realidad no nos ha servido de mucho porque suele tener como ejes dos extremos: organizaciones con plantillas de cierto tamaño y división por departamentos, y profesionales freelance que establecen (más o menos) sus propios horarios y tiempos. Pero, ¿que ocurre con el segmento más habitual? ¿Donde están los estudios y ejemplos de las empresas que no pasan de diez personas en plantilla?

Estamos evaluando también, como no, las posibilidades de flexibilización que nos ofrece la tecnología, como la voz sobre IP y las centralitas virtuales, o la famosa nube, pero eso no nos lleva al centro del problema, que no es otro que la creación de un contexto coherente en el que tengan cabida tanto las circunstancias personales como las novedades que vienen impuestas desde el exterior.

Y en ese proceso nos hemos ido dando cuenta que a revisión debe ir todo, desde la fórmula jurídica o la distribución de los espacios, hasta el concepto de planificación y objetivos. O empezando por esto último puesto que el significado de «objetivos» ha de ir enlazado al de proyecto en su más amplio significado, el que pone a las personas en el centro.

Y suele ocurrir también que en las empresas pequeñas (la realidad de este país, por si alguien lo olvida), las personas que estamos al frente somos el motor, pero también el cuello de botella. Que nuestro trabajo es nuestra pasión y le dedicamos muchas horas pero no siempre las establecidas en el calendario laboral, que por ley debe figurar en lugar bien visible, por cierto.

Es cierto que las ideas fluyen sin horario igual que las oportunidades y los contactos pero este fluir debe ir respaldado por la consciencia para ser anotadas y puestas en valor, porque la memoria es frágil y la inspiración, o la pasión, necesitan identificar su recorrido.

De momento no tenemos conclusiones, tal vez lo mejor sea llevar este des-orden a un mural en la pared (aún nos queda algo de espacio libre) para que nos ayude a poner en línea lo que necesitamos con lo que deseamos. Las cosas importantes necesitan su tiempo y mucha honestidad y reflexión para identificar ese nuevo espacio hacia el que queremos ir.

Publicación original: enPalabras

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