Llueve sobre mojado

En un momento en el que las circunstancias parecen aliarse con la opacidad de las actuaciones gubernamentales, no dejo de preguntarme la razón para mantener ciertos entramados cuya utilidad siempre ha sido dudosa. En este caso me refiero a los consejos consultivos.

Cierto que las formas importan y que eliminar los mecanismos de interlocución y/o representación sería un camino sin retorno pero, una estructura equivocada y sin contenido, ¿de qué sirve? No están los tiempos para hazañas y cruzadas así que lo lógico es dejar a un lado las abstracciones y cuestionar las razones para seguir participando. Y sin embargo, aún no me decido.

Si ya en 2011 no resultaba fácil aportar en la dialéctica empresa-sindicatos con respecto a las claves de igualdad en la negociación colectiva ahora, más que imposible, es ciencia ficción. Leo mi ponencia de entonces y sigo reconociendo las claves pero ahora el iceberg ya no asoma, invade. Toca organizar una nueva jornada y, pese a que sigo sabiendo qué decir, ya no me apetece.

A veces me pregunto si esta militancia en lo institucional, este estar presente en la descomposición del sistema tiene algo de masoquismo, y podría ser, pero sigo prefiriendo ir dentro del caballo a gritar inútilmente tras la muralla.

El ambiente en las reuniones de la Comisión Consultiva mantiene un impecable punto de cordialidad, de entendimiento tácito, de admirable romanticismo dispuesto a seguir tocando hasta el final. Tras la presentación en 2011 de la “Guía de boas prácticas en materia de igualdade para a negociación colectiva”, este año la propuesta es analizar la «realidad actual» definida en el (por el momento) marco legislativo en vigor. Es decir, analizar el grado de cumplimiento de realización de planes de igualdad sobre una muestra (aún sin definir) de las empresas obligadas por ley (más de 250 personas en plantilla).

El principal «problema» parece ser la obtención de datos fiables, así que la estadística comparativa entre las que están y las que deberían estar tiene todas las trazas de pasar a convertirse en el objetivo del estudio. Igual me equivoco pero no he escuchado ninguna referencia a la composición sectorial, a la estructura de las plantillas, a su evolución o a otros discursos que parecen querer imponerse a estas alturas bajuras del explosivo encadenamiento de burbujas.

Y de lo que tampoco se habla, por supuesto, es del grado de efectividad de la existencia de estos planes, ¿Para qué? Son obligatorios por ley y punto. Es el problema de aferrarse a una misión mal definida y descontextualizada, ni siquiera hay enfrentamiento sino deformación de la realidad, simple obcecación por el método donde debería existir una estructura sistemática de relaciones de interacción.

Mientras escribo para organizar las ideas me voy dando cuenta de que el motivo por el que sigo participando en órganos consultivos y demás saraos está en mi esencia, que siento que necesito estar para poder usar argumentos propios y aunque, tiene razón Asier, a veces superen el propio ámbito de mi labor de consultoría, me provoca contribuir a cambiar las condiciones del contexto para que las personas puedan sacar lo mejor de sí.

Lo que me urge ahora es revisar el enfoque de mis propias actuaciones para encontrar un sentido a todo esto

Ahora, mirando hacia atrás, me doy cuenta de que la fuente de mi insatisfacción era que lo que hacía no estaba alineado con mi vocación genuina, sino con las interpretaciones de la misma que en cada momento he confundido con mi vocación genuina

Publicación original: enPalabras

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