Paseo de la memoria
«Es una sensación terrible despertar sabiendo que no eres lo que eras. No dejo de pensar que volveré a serlo y luego me doy cuenta de la verdad…
(…) No sé qué es peor, si levantarse sabiendo que ya… no eres lo que eras, o que… sigues siendo lo que siempre has sido«
Son palabras de un abogado de éxito, y de «cierta» edad», al ser consciente de que su lugar en el tiempo ha caducado y no sabe si decidirse por la frustración de la nostalgia o la crudeza de la verdad desnuda: no haberse atrevido a tomar ese tiempo al margen, a la deriva, para explorar la propia existencia. Pero el paseo por la memoria debe servir para entender, y archivar, éxitos y nostalgias. Para narrarnos en aromas de futuro.
Conversaciones amigas me llevan estos días al mismo punto, a la necesidad de aprovechar la incertidumbre de «cada paso como un constante inicio en el que seguir construyendo-nos». Porque «no hay opción perfecta, supongo. Y menos mal…»
Las ataduras nunca fueron buenas. Para avanzar se necesita oficio, pero también cierta dosis de saludable infidelidad. No es que pretenda hacer apología de la traición, pero casi…
Evolucionar constituye una infidelidad, a los demás, al pasado… a las antiguas opiniones de uno mismo…
Cada día debería tener al menos una infidelidad esencial, una traición necesaria. Se trataría de un acto optimista, esperanzador, que garantizaría la fe en el futuro.