Cada vez se habla más de empresas de economía social pero al equipo de Máscaras no termina de convencernos, porque lo que se define por oposición o restricción no hace sino reafirmar el criterio dominante: el de la tiranía del mercado.

No parece probable volver al trueque como forma de vida así que va siendo hora de ir al fondo de los conceptos para cambiar las reglas. Cierto que no todo se soluciona arreglando algunas ventanas rotas, pero conviene ser conscientes de que es el ambiente, y no la propia personalidad, lo que determina en mayor medida muchos de nuestros actos.

¿Excesivamente individualistas? Sólo en parte. Se trata más bien del aislamiento provocado por la tendencia a sobrevalorar motivos personales internos en los demás infravalorando, por el contrario, motivos externos como el rol o las circunstancias para este mismo comportamiento.

Hablar de economía social es un eufemismo y en el fondo lo sabemos pero la disolución de los venenos no es sencilla porque lo que nos destruye siempre es sólido, sea interior o exterior. Porque ir «contra» alguien parece mucho más fácil para encontrar una motivación que «al lado de». Porque si tienes un enemigo siempre puedes decir que tus fracasos y problemas no son por tu culpa, sino porque alguien «te pone la pierna encima».

En la investigación que fuimos realizando en paralelo a la (larga) fase de edición de la película, nos encontramos con infinidad de datos y estudios que no hacían sino reforzar peligrosas teorías basadas en la caridad y el “buenismo”. La pregunta es: Si se están haciendo grandes esfuerzos para la integración… ¿qué falla? Nos centramos entonces en la palabra “valor”, y ahí colocamos nuestro punto de partida: ¿Por qué “valor” y “valores” tienen interpretaciones tan diferentes?

Aunque no nos guste reconocerlo, lo cierto es que valor y precio se han ido igualando en el imaginario colectivo a través de la propagación de lo que quiere ser pensamiento único, que cada vez se parece más al pensamiento cero. Pero esta lógica de lo mercantil hay que traerla al lugar que le corresponde así que empecemos por entender que el mercado no son sólo transacciones económicas sino un espacio social más amplio

Y como la intención es ir aportando para avanzar hacia las cuestiones de fondo, empezamos por recoger lo que creemos que debe ser la definición de empresa social:

Aquella cuyo objetivo central y declarado es la generación de un incremento sostenido y sostenible de riqueza y bienestar para la comunidad real en la que se asienta y desarrolla.

Esta no es una definición por sí. Incrementar la riqueza implica necesariamente producir, hacerlo de manera sostenida en el tiempo implica generar autonomía. Si el proyecto depende fundamentalmente en sus ingresos de una institución, una persona o una campaña de donaciones, habrá generado nuevas dependencias y aunque estas parezcan más confortables no se habrá generado riqueza sino simplemente se habrá distribuido un dinero con una excusa. Pan para hoy y hambre para mañana.

Frente a la dependencia de la dadivosidad de otros sólo hay una alternativa: acceder y tener éxito en el mercado, es decir, hay que generar valor, hay que producir eficientemente y hay que orientarse, comunicar y satisfacer a los consumidores.

La autonomía así conseguida es la medida y el medio de la empresa social, tome la forma jurídica que tome, sociedad cooperativa, sociedad anónima o incluso sociedad sin ánimo de lucro.

Publicación original: Proyecto Máscaras

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