Henry Chalfant sacaba fotos a trenes y convoyes de metro allá por los 70. Era una labor continuada, y no le pasó desapercibido el hecho de que cada vez fueran más numerosa y más definida la presencia de graffities. Chalfant empezó a acercarse a la juventud de los suburbios, ganándose su confianza gracias a sus fotos, sirviendo esto para que se convirtiera en el primer gran cronista de la cultura urbana desde finales de esa década, con el colofón que supuso co-dirigir en 1983 la película capital sobre el street art: Style Wars

Chalfant es, ademas de fotógrafo, antropólogo. Quizás este fuera el matiz diferenciador en su capacidad para percibir visualmente algún tipo de relevancia en el arte urbano. Su acercamiento a clanes y segmentos callejeros le sirvió para constatar que, efectivamente, en muchos casos los graffities eran marcas personales, pero sobre todo llegaban a constituir un sistema de comunicación: desde la delimitación de los territorios, hasta una manera de enviar mensajes de una zona de la ciudad a otra mediante los vagones de metro que de un modo u otro siempre llegaban.

Algo comentamos hace unos meses sobre el significado del yarn bombing dentro del arte urbano en las últimas décadas. Brevemente, eso sí, que para profundizar en estos conceptos Internet es la mejor herramienta: por su propio carácter combativo (haya o no intencionalidad política), su llegada a ediciones impresas convencionales suele arrastrar un cierto retraso.

Este fin de semana se realizó una segunda acción de «yarn bombing». De nuevo Lucía y la Guerrilla del Ganchillo se reunían para dar un toque de color, en esta ocasión vistiendo una treintena de árboles en la coruñesa Plaza de Pontevedra. Una acción que despertó curiosidad y sonrisas de manera inmediata por parte de toda la gente que en ese momento pasaba por la zona. Un gesto amable, como en su momento lo fue el vestir al guerrero de la Domus.

Por desgracia de esta acción ya no se podrá ver nada. De su montaje solo queda este vídeo, los cientos de fotos que sacaron personas anónimas, alguna galería en periódicos… Al día siguiente no solo habían desaparecido 3 armazones de lana, sino que habían quemado uno de los arboles. Lo que iba a estar una semana no aguanto prácticamente ni 24 horas.

El arte urbano ha evolucionado, y no sin polémicas asociadas. Es, por definición, una formula invasiva, que sitúa un mensaje para que se vea lo máximo posible. Es en este contexto en donde hay que analizar el éxito o el fracaso de la acción del pasado fin de semana. El montaje no sobrevivió a la noche, pero los paseantes de día estaban encantados, está el vídeo para comprobarlo. ¿Cual fue el motivo del ataque? El primero, desde luego, no respetar los códigos: no existiendo una guerra de estilos, no se toca la obra ajena. Otro, probablemente el real, pues el anterior implicaría participar de alguna manera en el ritual, se reduce habitualmente a «vandalismo», pero esto no es sino una manera de pasar por encima de una cuestión clave: existe un problema cuando el ser humano no encuentra importancia en su relación con el entorno. Y esto, más que simple vandalismo, es un reflejo de como la guerra de estilos ha dado paso a la errónea percepción de que el espacio no es un bien compartido.

Publicación original: enimaXes

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