Lástima que todo quedara en un rumor, durante unos días había parecido tan cercano…

Se dice que aquel abuelo octogenario había sacado los colores a los candidatos cuando, el que iba y el que venía, se encontraron atascados por un accidente en la fatídica curva. Desesperados por la alteración de su apretada agenda, los móviles fueron quedando sin batería entre exabruptos y amenazas. En esa desesperación estaban cuando empezaron a llegar algunos vecinos.

A ritmo de pico y pala, el camino fue quedando despejado y a salvo con un par de zanjas para que la lluvia, que no cesaba, descendiera por la ladera sin necesidad de arrasar lo que la tierra no podía retener. Ya podían continuar así que los candidatos salieron de sus coches con el re-elaborado discurso de promesas para el día después. Y entonces el abuelo estalló…

Cuentan que la reunión fue en la vieja escuela unitaria y que el abuelo, que había sido alcalde y maestro hace muchos años, no dijo nada. Sentado en una esquina, con la pala y el pico aún llenos de barro a su lado, jugaba con su taza de café y escuchaba en silencio, como hacía con sus alumnos, dejando que los egos se consumieran hasta que floreciera el diálogo.

Se comenta que era muy tarde cuando se fueron, que al salir fueron dejando cajas de papeletas en el contenedor y que llevaban en la mano una única lista. Que habían entendido que la palabra colaboración no necesita adornos sino hechos, que no había nada que re-partir.

En todo eso pensaba mientras extendía las papeletas sobre la mesa buscando la rendija sobre la que poder edificar la reflexión, pero sólo una palabra venía a su mente: simplificar.

Dicen, cuentan, comentan… Leyendas urbanas de lo que no ha sido pero… ¡quien sabe!

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