anárquica rigidez
Los costes (y las prisas) son la disculpa para la no-ética, al igual que el «entramado de la ley» hace tiempo que ha sustituido a la justicia, que no es lo mismo.
Las palabras «ética, justicia y costes» son cada vez más frecuentes en los discursos sin embargo, rara comparten frase, y mucho menos enunciadas en positivo.
Es posible avanzar y hacer las cosas mejor y de manera más ética y justa sin dejar de contemplar los costes
Aunque el Proyecto Máscaras nos ha agudizado la reflexión sobre la «normalidad», el día a día nos recuerda que se necesita una revisión amplia del concepto porque, a pesar de la ficción de pesadilla que protagonizamos, seguimos siendo una sociedad obsesiva con las normas, con la norma, con “lo normal: “es que no hay derecho”, “es que no es normal”.
Pero no hay marcos privilegiados de referencia ni patrones inamovibles, sólo ficciones que hemos creado para, como dice Manuel, sentirnos protegidos
Como no soportamos sentir que nuestra vida y la de los nuestros está por escribir y todo nos puede pasar, y como no soportamos ni la incertidumbre ni la propia vulnerabilidad, nos encanta dividir el mundo entre lo normal y lo anormal con sus características propias cada categoría.
Así a fuerza de construir con nuestras palabras una realidad de falsas certezas, de límites claros, sin matices, nos podemos situar la mayoría en el lado de lo normal (que es lo que único que somos capaces de imaginar como digno o como bueno). Y así, poder vivir algo más tranquilos.
Y debe ser también la rigidez de estos marcos la que nos impide encajar otros conceptos, como el de economía social o el de voluntariado, que no es otra cosa que «la voluntad de». Curiosas paradojas agazapadas tras esta anárquica rigidez del individualismo de masas y la falta de voluntad que asfixia el deseo de cambio.
Publicación original: Proxecto Máscaras