La viabilidad económica es un argumento contundente
Por lo visto las productoras de televisión buscan cobijo en YouTube. Tras el escudo de la crisis lo que asoma son años de inmovilismo, de amigotes, así que, ahora que la situación ya se ha llevado de todo por delante, alguien de las dos grandes que se mantienen dice:
Tras 15 años produciendo formatos de entretenimiento y ficción para grandes cadenas de televisión, estamos convencidos de que podemos crear contenidos de interés para otro tipo de plataformas.
Agotado el negocio, dos de las productoras más importantes de nuestro país han decidido abrir nuevas líneas de negocio orientadas al sector online. Es decir, ofrecer nuevos contenidos en YouTube a través de una red multicanal.
Más que una apuesta se diría que se trata de una salida de emergencia, aunque vende mucho eso de «crear nuevos modelos sacrificando el corto plazo por el beneficio futuro». Tampoco queda claro cuál es el modelo de negocio porque espectadores y mercado son cosas diferentes. Al final será lo de siempre: crear audiencias para, conseguida la atención, aplicar los modelos de siempre (le llamemos publicidad, branded content o lo que sea). Es lícito, pero no innovador.
Reflexionando sobre el cine, otra rama de la trastienda sectorial, comentaba Goio Borge una anécdota muy representativa:
Hace diez años, en el 50 aniversario del cineclub FAS de Bilbao (el más antiguo del país aún en activo) hicieron una serie de mesas redondas de las diferentes secciones del cine (directores, productores, críticos, distribuidores, etc…). Recuerdo la de los exhibidores, había 3 gerentes de empresas, uno de ellos era el actual presidente de la Academia, Enrique González Macho, y otro el gerente de la en aquel momento mayor empresa de distribución cinematográfica en Bilbao (el antiguo Circuito Coliseo). No recuerdo al tercero, pero los tres coincidieron en un discurso clarificador, después de haber llorado lo suyo por las condiciones de exhibición que imponen las distribuidoras norteamericanas y por lo fatal que iba todo (¡en 2003!): que lo suyo eran empresas con ánimo de lucro, que lo suyo no eran ongs, que lo suyo no era el tener que educar a nadie ni cosas por el estilo, sino la explotación de un negocio, y que lo que hacían falta eran sólo buenas películas, que lo que se hacía en aquel momento era muy flojo… Vamos, que dejaban un sitio inexistente a la innovación o a la renovación de su clientela, y sin embargo tenían muy claro que les agobiaban los yanquis y que el cine que les llegaba era todo él penoso.
¿Dónde se han ido los espectadores? Pues donde no los tratan como borregos!
Por más que ahora la UE incremente el porcentaje de ayudas y reivindique la importancia de los sectores de la cultura y la creación por su notable contribución al desarrollo económico y social, no hay una industria sino intereses fragmentados que discurren de forma paralela. Y esto no va a cambiar por una guerra de precios (que nunca son la solución) cuya argumentación gira en torno a la inexistencia de margen comercial respecto a las exigencias de las «grandes producciones». Ni siquiera se plantea dar cabida a todas esas películas que no llegan a las salas de las que tanto se queja el ministro.
P. Demasiadas películas…
R. No es que sean demasiadas como una consideración absoluta. Son demasiadas porque luego no se distribuyen ni exhiben. Y eso sí que es muy penoso. Los alemanes tienen un dicho: “Emborracharse a medias es tirar todo el dinero”. Subvencionar una película que no se estrena es tirar el dinero.
Lo cierto es que se consume más cine que nunca, lo que no funciona son los estrenos comerciales. Lo decía más arriba, espectadores y mercado son cosas diferentes. Pero continuando con la queja de los que bloquean dominan el mercado, se dice que hay exceso de salas, a pesar de que hay ciudades que ya no disponen de ninguna. Igual lo que no apetece es atravesar un centro comercial para ver una película. Pero ese es otro tema, igual que el de las palomitas o el enfoque de la campaña de cinesa.
Volviendo a lo de la trastienda del cine, remataba Goio la faena de forma contundente:
Lo que yo vi en aquella sala indicaba que era un sector prácticamente analfabeto ante los retos que tenían por delante, tanto los puramente sectoriales como los generales. ‘Deseducar’ a la población ha tenido sus efectos, y que no lo vieran forma parte de su problema como empresas/modelos de negocio, no era cosa de pelis malas ni de ser ongs. Se trataba de hacer mercado/clientes a largo plazo.
No sé donde he leído hace poco que el cine como lo conocemos es un ente de cuatro patas completamente necesarias: industria (personal capacitado, tecnología suficiente), financiación (dinero), público (consumidor, mercado), crítica (comunicación, cultura). El autor sostenía que cuando la cinematografía de un país tiene una falta en alguna de estas patas, suele entrar en decadencia, arrastrar a las demás y dejar un panorama de difícil salida.
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