la Responsabilidad Social no se juega en los discursos sino en los proyectos
Hay personas que derrochan carisma, incluso en la distancia. Pero, ¿qué es eso del carisma? Pues ese anhelado intangible al que sólo se puede aproximar una definición partiendo del efecto que provoca. Cuando se tiene, no pasa desapercibido. PabloPablo Echenique-Robba lo sabe y lo aprovecha, como debe ser, por eso se auto define así en su sección de eldiario.es:
Científico del CSIC, cascao sobre ruedas, ciudadano y homo sapiens. Cuatro trabajos en los que aprendo mucho.
Ya nos habíamos enganchado a su mirada gracias a Manuel Calvillo, que fue quien lo invitó a ver Máscaras en cuanto pusimos en marcha la campaña ¡Invita al cine!. Lógicamente, pedimos feedback a Manuel y nos dijo que le había gustado mucho. Lo que no esperábamos era este artículo que tanto nos emocionó. Como le decía allí en mi comentario, con los matices que cada persona aporta se enriquece la película. Y además de gustarnos lo que dice y como lo dice, agradecemos infinitamente todo apoyo a la difusión.
Estos días Pablo acaba de recibir el Premio Tiflos de Periodismo de la ONCE por un brillante artículo que debería ser de obligada lectura en colegios y todo tipo de organizaciones. Pero aunque lo suyo con las palabras es arte es hombre de acción, por eso se ha lanzado a la piscina con unos cuantos amigos para crear el círculo Podemos Discapacidad: «Nada para nosotros sin nosotros». Porque donde hay un no-punto hay un camino y la Responsabilidad Social no se juega en los discursos sino en los proyectos.
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Máscaras: Lo que no se ve no existe
Poco antes de publicar su «Otras Voces» sobre el Trastorno de Déficit de Atención en este mismo blog, el psicólogo (y ya amigo) Manuel Calvillo, me recomendaba un proyecto denominado Máscaras, que han conseguido sacar adelante con muy pocas ayudas pero mucho trabajo e ilusión (entre otros) Iago González e Isabel Iglesias. Como todo lo que me recomienda Manuel, me faltó tiempo para investigarlo y me encantó.
Esta gente valiente y realista, sincera y generosa, tan diferente de los mentirosos indolentes que nos gobiernan, se lanzó a una piscina de aguas que a muchos parecerán complejas, pero que, como tantas otras aguas, después de que las pruebas, ves que está riquísimo el baño y agitas la mano para que se atrevan los que aún están en la orilla.
En el plano fáctico, en la primera capa de la cebolla, lo que hicieron fue, por un lado, grabar un cortometraje ambientado en un centro de trabajo especial para personas con discapacidad intelectual, con unas cuantas de esas personas en los papeles principales. En segundo lugar, grabaron, a la vez, una película que es el making of del corto.
Pero esto es sólo el proyecto en su superficie. Como dice Manuel Calvillo hablando concretamente de la película:
Lejos del fogonazo inmediato, fácil y efectista, al que se presta trabajar desde estos temas y con personas «del otro mundo», la película te deja disfrutar de los personajes, de las imágenes y de la historia a salvo de la lágrima cómoda, tan sincera como pasajera e inútil. En el descuido del sentirte a salvo, es donde se cuela la vida normal de esos personajes normales. Se cuelan sin darte cuenta, para luego, ya desde dentro, asaltarte al día siguiente, al paso de un mes o dios sabe cuándo. Es ahí donde está el poder de innovación y uno de los secretos de los muchos que guarda Máscaras.
En efecto, también en mi opinión lo mejor de la película es cómo consigue que nos familiaricemos con los actores, que aprendamos a conocerlos, a entenderlos, a quererlos, a saber de que pie cojea cada uno.
El retrón que no camina, o no ve, nos mosquea un poco al principio pero, si habla «normal», se expresa claramente y nos ayuda un poco con sus indicaciones, al final le pillamos el truco y, a cambio, podemos presumir de amigo retrón.
Porque, no nos engañemos, la discapacidad intelectual «echa p’atrás». El retrón que no camina, o no ve, nos mosquea un poco al principio pero, si habla «normal», se expresa claramente y nos ayuda un poco con sus indicaciones, al final le pillamos el truco y, a cambio, podemos presumir de amigo retrón. La cosa es distinta cuando ese humano que tenemos delante no sabemos cómo piensa, no entendemos lo que dice, nos mira raro o reacciona de un modo inesperado todo el tiempo. Sentirse cómodo con la discapacidad intelectual lleva más tiempo… y no lo digo sólo por vosotros, sino también por mí.
Lo curioso del caso es que, como dice Manuel, una vez que te expones a esa realidad sin prejuicios y con naturalidad, es hasta incluso un poco decepcionante comprobar hasta qué punto esas personas que imaginabas como marcianos insondables son, de hecho, normales. Es eso lo que disipa el desconcierto, las reticencias o el miedo: su obvia, cotidiana, intensa —pero absoluta no, porque la de nadie lo es— normalidad.
Porque, como dice la gente de Máscaras, lo que no se ve no existe. Y claro, si no existe, tampoco se entiende.
Por eso, os recomiendo vivamente que veáis la película (sólo cuesta 2,95€ en filmin). Aprenderéis un montón de cosas y, cuando acabe, sabréis manejaros entre personas con discapacidad intelectual mucho mejor que la inmensa mayoría de la gente. En el fondo es tremendamente fácil hacerlo, pero sólo te das cuenta después del entrenamiento, después del curso acelerado. También, por supuesto, además de aprender, os reiréis mucho, os sorprenderá, os entretendrá y os dejará pensando.
Después de verla, podéis ver Calcetines, el corto que grabaron (yo, al menos, lo hice en ese orden y me resultó ameno e interesante). Si no os sorprende lo divertido que es, lo bien que se desenrolla la historia y la gran calidad de las actuaciones es porque, ahora, después de Máscaras, ya no sois tan inocentes como antes.
La sorpresa es más difícil cuando uno entiende las cosas.
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Publicación original: Proxecto Máscaras