¿Cuál es el mensaje?
Hace pocos días recibíamos la noticia de que San Francisco (California, EE.UU.) se convertía en la primera ciudad del mundo que prohibía la venta de agua embotellada. Una medida que puede discutirse más o menos, pero que introduce una duda que al artículo no resuelve: ¿dónde se trataban hasta ahora los botellines de agua desechados, compuestos en general de una mezcla de dos plásticos, el PET de la botella y el polietileno o el polipropileno de su tapón?
Los discursos alrededor de la gestión de residuos no suelen mencionar que este negocio perteneciente a la economía lineal aún en vigor puede ser el único en que el proveedor de materia prima no desea servir de continuo más material, sino menos. No sólo eso: la teoría tradicional de tratamiento de residuos, la llamada regla de las 3R, habla de tres fases en la gestión de residuos por orden de importancia: reducir, reutilizar, reciclar. Si el productor del residuo quiere por defecto, por imposición conceptual y por presión legal, reducir su cantidad de residuo, el gestor que se nutre de estos residuos para su proceso tiene un problema a medio plazo.
La gestión de residuos es una actividad que se sitúa al final de la línea tradicional de la cadena productiva industrial. Aunque la metodología del ecodiseño va siendo poco a poco descubierta e implantada por la industria, lo habitual es que la valorización de residuos sea aún una actividad ajena a la empresa productora, perdiéndose normalmente desde un punto de vista técnico las mayores posibilidades de eficiencia respecto al tratamiento de residuos, o de su consideración como una oportunidad de negocio en lugar de como un coste.
¿La consecuencia?
La empresa desgaja la valorización de sus residuos de sus líneas de valor añadido, aquellas que los inversores buscan desde un principio como generadores de riqueza y valor. Se suele añadir aún más una perspectiva perversa de escala: la suposición aparentemente lógica es que los residuos de una planta en concreto, sumados a los residuos de similares características de otras plantas productivas, da lugar a una escala lo suficientemente atractiva. Porque, claro está, la economía de escala es importante en la gestión de residuos, aunque olvidemos con alegría sus riesgos.
El precio de mercado de las materias primas o de los productos procedentes de gestión de residuos ‘tiene que’ ser bajo: si compite con materiales vírgenes en mercado, existe una barrera de entrada a mercado que aún aprecia los materiales ‘nuevos’; si no compite, probablemente estés valorizando los residuos con productos que desde su concepción llevan la etiqueta ‘downcycling’ y un precio muy competitivo. Y para obtener rentabilidad, las cantidades de materias primas han de ser elevadas…
¿Cuál es el mensaje?
Que necesitas un empresón. Una instalación importante no sólo en tamaño, sino con muchas tecnologías, porque los residuos tienden a la heterogeneidad y no suelen estar dentro de las normas de aseguramiento de calidad de producto de las empresas industriales que los producen. Podemos fijarnos en tendencias. ¿Quién abre empresas de esta magnitud? Tal vez ya sólo la función pública, que asegura a la vez la provisión de materias primas a partir de los residuos sólidos urbanos y que (¿aún?) no se preocupa tanto por las amortizaciones/retornos de inversión.
Pero la duda de si son negocios sostenibles es importante. A nivel industrial, no obstante, el sector está sometido a importantes presiones y experimenta una cantidad importante de cierres y descensos de facturación. Sin ir más lejos, y sin que nadie haya prohibido el uso de botellines de agua aquí, dos de los principales gestores del norte de España están sufriendo una situación concursal prolongada. Pero esta noticia no tendrá un link.
Publicación original: Valorizarte