Un proceso de ida y vuelta
Ante amenazas tan machaconas y confusas como el potencial de desarrollo personal/profesional asociado al fragmentado exceso de oferta de utilidades tecnológicas, tal vez sólo podemos volver al principio para recordar la parte fundamental del proceso.
El «conocimiento en masa incomprensible de ese monstruo de millones de cabezas» al que se refiere Julen Iturbe me ha recordado una secuencia de pensamientos desarrollada por Jorge Wanenger en su A más cómo, menos por qué. Corresponden a las ideas numeradas individualmente (del 722 al 730) pero que leídas juntas componen el proceso básico, de ida y vuelta, de la humildad de la reflexión:
Conversación: hablar después de escuchar con alguien que escucha antes de hablar.
Intercambio de ideas: un individuo es para la reflexión, dos individuos son para la conversación, unos diez son para la tertulia y unos cien para la conferencia.
La conferencia (unos cien) favorece la tertulia (unos diez).
La tertulia (unos diez) favorece la conversación (dos).
La conversación (dos) favorece la reflexión (uno).
La reflexión fomenta la independencia del individuo respecto de la incertidumbre.
A las ceremonias y otros encuentros (de miles o decenas de miles) no se acude a intercambiar ideas, sólo a recibirlas o a confirmarlas.
Las ceremonias y otros encuentros (de miles o decenas de miles) son para favorecer alguna identidad colectiva, para lo que no son recomendables las conferencias que estimulan tertulias que estimulan conversaciones que estimulan reflexiones.
Una sala de conferencias en la que caben miles de personas está bajo sospecha.
Publicación original: enPalabras