Qué y cómo procesamos

InhibicionLatenteLa tecnología ya (casi) no sorprende. Asimilado el vértigo de los avances parece que damos por hecho que toda solución es posible y, en nuestra occidental percepción del tiempo como algo lineal, el futuro se está haciendo tan breve que nos descoloca.

Esta exigencia de innovación, que ha convertido el reto en rutina, genera una espiral de ansiedad que sólo se puede afrontar con las habilidades que nos hacen más humanos: la creación de sentido, el manejo de las excepciones y la gestión de la carga cognitiva. Pero, ¿cómo se traduce esto tan conceptual y académico a lo cotidiano?

Un cerebro «normal»

Entre las muchas contradicciones que potencia la tecnología hay algunas especialmente interesantes:

  • Podemos diferenciarnos y tener voz propia, pero tendemos a agruparnos y encasillarnos: los guetos ya no tienen fronteras.
  • La eliminación de barreras permite personalizar y profundizar en el aprendizaje, pero nos atascamos en la abundancia.
  • El acceso a la información y al conocimiento incita a innovar, pero pone en peligro nuestra capacidad de concentración.

Este oxímoron de la «omnipresencia de lo virtual» nos lleva a recursivas reflexiones que cuestionan nuestra capacidad para percibir y procesar, pero el hecho de etiquetar como «bueno» o «malo» parece presuponer una irreal igualdad e idéntico punto de partida. Y no me refiero a las oportunidades o barreras del sistema sino al grado de inhibición latente que traemos de serie y que se refiere a la capacidad para abstraerse de estímulos externos. Esta breve secuencia lo explica bastante bien.

La inhibición latente en las organizaciones

Cuanto más avanza la técnica más necesitamos concentrarnos en los mecanismos y habilidades para potenciar el trabajo en equipo, la colaboración, la interdisciplinariedad… Pero si todo apunta a la necesidad de rescatar-nos parece que estamos dejando sin responder algunas preguntas clave:

  • Dónde y por qué nos hemos perdido
  • Cuándo empezó el proceso a no adaptarse

Aunque aparentemente tendemos a agruparnos por afinidades como la formación, el cargo o las aficiones personales, al final lo que nos une o nos separa es la forma en que percibimos la realidad. Las personas con bajo nivel de inhibición latente perciben mucha más información y estímulos lo que les confiere una mayor facilidad para gestionar lo imprevisto. Y suelen ser más creativas.

En el otro extremo, el alto nivel de inhibición latente se traduce en una gran capacidad de concentración, tan necesaria para evitar distracciones y conducir la atención hacia un punto en el horizonte. Evidentemente la mayoría nos movemos en niveles intermedios pero suele haber una tendencia dominante. Es decir, cuestiones tan importantes para el trabajo en equipo como la actitud, la empatía o saber escuchar también están condicionadas por otros mecanismos de nuestra compleja maquinaria.

Publicación original: enPalabras

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