La pregunta adecuada
A menudo, palabras como «formación» y «aprendizaje» son utilizadas como sinónimos pero, a pesar de ser muy cercanas, estimulan asociaciones en nuestros cerebros muy diferentes.
Por ejemplo, si me pregunto ¿en qué quiero formarme el próximo año? es muy probable que piense en cursos y elija entre el abanico de la oferta de formación que conozco y tengo a mi alcance.
Pero si me pregunto ¿qué quiero aprender?, no necesariamente tengo que pensar en un curso, es más, es muy posible que no lo haga y piense en cosas muy concretas, pequeñas o grandes, sencillas o complejas, que quiero conocer o saber hacer y que pueden quedar, incluso, fuera del radio de actuación de lo que normalmente se imparte en un aula.
Pasa lo mismo cuando me formulo la pregunta en pasado [¿en qué me he formado?] que me lleva a repasar los cursos que he hecho y tal vez me doy cuenta que este año he hecho poco o nada.
En cambio, si me pregunto, ¿qué he aprendido? también puedo pensar en ese curso o seminario al que he asistido, pero seguro que identifico aprendizajes que no tienen que ver con ningún curso sino con lo que he visto, he experimentado, he contrastado con otros, me he encontrado o he indagado. Una cosa es segura, lo más probable es que siempre concluya que he aprendido algo.
Pues bien, a la hora de orientar el propio desarrollo el reto está en transitar del enfoque de la formación al del aprendizaje.
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