No es sencillo poner los recuerdos en perspectiva sin caer en la nostalgia o en la crítica. Para ello hay que tener altura de miras y poner en primera línea la humildad de proceso de reflexión. Porque en este trayecto que empieza y termina en la reflexión personal debemos entendernos como parte responsable del contexto generecional en el vamos construyendo el futuro.

Quizá lo que mejor define la esencia del proyecto dMudanza es el proceso de investigación que parte de una «simple» pregunta: ¿Cómo pueden reflexionar una ciudad? Y por eso siempre iniciamos las múltiples conversaciones en las que se va tejiendo con dos preguntas:

¿Que cuentan nuestros padres y abuelos?

¿Qué van a poder contar nuestros hijos y nietos?

Entender ese «yo (inter)generacional» es la verdadera esperanza para ponernos en primera línea del proceso de transformación de la ciudad. Así lo reflexiona de Guillermo Dorronsoro.

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Extracto de El proyecto de mi generación a la que llegamos por la recomendación de Julen Iturbe.

Su proyecto generacional fue reconstruir un país devastado por una guerra civil (mis dos abuelos estuvieron cerca de perder la vida entonces, uno en cada bando…). No fue un proyecto fácil, traer hijos a un mundo en el que las cartillas de racionamiento marcaban la dieta diaria. Quizá el horno alto que todavía queda en Sestao pueda servir de símbolo de la herencia de aquellos años de hierro que marcaron mi infancia.

Enseñaron bien a nuestros padres, a los que les ha tocado construir las clases medias que tanta prosperidad nos han traído, y devolvernos la democracia, iniciar una reconciliación que sus nietos podrán disfrutar. Antes de jubilarse, les tocó todavía sufrir la durísima reconversión industrial, esa profunda transformación de la que el Guggenheim se ha convertido en icono (y el horno alto lápida).

Les preguntaré a mis abuelos qué debo hacer yo para entender el proyecto de mi generación, para construirlo y dejarlo para los que vengan después. No me queda mucho tiempo ya, quizá como proponía con generosidad Juan Ignacio, nuestro papel ahora sea ceder el testigo a la siguiente generación, la que ahora tiene 20 – 30 años, saber retirarnos de la primera fila y dejarles el escenario a ellas, a elllos.

Porque necesitamos cambiar muchas cosas, y hacen falta miradas nuevas, y la energía y la inconsciencia que da la juventud para tomar riesgos que a mí ahora me parecerían excesivos. Porque hemos conocido (y en muchos sentidos tenemos todavía) tanta prosperidad, que nos hemos acomodado y no somos capaces de abordar cambios cada vez más urgentes…

O quizá lo que debamos hacer sea despertar, a pesar de nuestra edad, y al menos ser capaces de dejar a la siguiente generación un ejemplo como el que hemos recibido de las generaciones anteriores. Tomar de una vez el relevo de la “generación Guggenheim” y trabajar hombro con hombro con los jóvenes en abordar la profunda transformación que no podemos demorar más…

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Publicación original: dMudanza

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