Artículo publicado originalmente en Papeis da Academia, anuario de la Academia Galega do Audiovisual, a partir del tema propuesto para la edición de este año: La mujer en el audiovisual.
—
En 1895 Alice Guy, secretaria de León Gaumont, asiste a una demostración de una cámara recién inventada por los hermanos Lumière. Al año siguiente, y tras haber realizado la que probablemente sea la primera película narrativa de la historia, decía:
Pensé que podía hacerlo mejor… Revistiéndome de valentía, propuse tímidamente al Sr. Gaumont que pensaba en escribir una o dos historias cortas para que mis amigos se divirtieran. Si el Sr. Gaumont hubiera podido ver entonces lo que pasó con mi tímida propuesta, probablemente yo nunca hubiera obtenido el sí afirmativo. Mi juventud, la falta de experiencia, mi sexo, todo conspiraba en mi contra.
Tuvieron que pasar 100 años hasta que Alice comenzó a dejar de ser una nota en estudios globales sobre la historia del cine. Ya en el siglo XXI se inició un intento de recuperación de datos sobre la obra de una mujer que pudo haber dirigido cerca de 1000 piezas, y que estuvo al frente de su propia compañía hasta que la industria toma forma en el oeste norteamericano aniquilando toda competición empresarial en el este.
Uno de los principales problemas a la hora de localizar sus trabajos deriva de la manipulación de los créditos de muchos de ellos. Con el tiempo, estos pasaron a ser atribuidos a otras personas, hombres, algo que ella misma había anticipado que sucedería.
Cuando Doris Wishman se lanza a dirigir la película sexploitation Bad Girls Go to Hell en 1965 decide firmarla como Louis Silverman. Wishman, que venía de dirigir nudies desde que en el año 59 se vio en la necesidad de sobrevivir a su viudedad, consideró que, a pesar de su trayectoria previa, requería un alter ego masculino para poder adentrarse en este subgénero.
Sin una pretensión fílmica excesiva, la carrera de Wishman transita sobre las explotaciones de la sexualidad con el principal interés de hacer caja. En unos años en los que comienzan a depurarse los ejes de subgéneros sobre los pilares de una sociedad cada vez más aperturista e intelectualizada, trabaja hasta encontrarse con la legalización de la pornografía, de donde se retira incómoda pese a coincidir con la actriz Annie Sprinkle, quien décadas más tarde sería una de las precursoras del post porno.
Doris filmó su último trabajo en 1978, pero A Night to Dismember no se estrena hasta 1983. Su primera explotación sin sexo (en este caso, siguiendo la estela del slasher) pierde el sonido y buena parte del metraje durante un incendio. Con dosis extra de imaginación consigue hacer un remontaje que, a pesar de sus numerosos logros, durante décadas sería tomado a chiste por un público especializado que no dejaba espacio para determinados experimentos.
A principios de 2000 surgieron rumores de que Spielberg podría estar tras una película sobre Leni Riefenstahl. No sólo las presiones de la industria cortaron éste y otros proyectos sobre la directora, sino que en 2007, y ante la posibilidad de que participara en los juegos olímpicos de China en 2008, Mia Farrow preguntó, desde los medios, si Spielberg quería convertirse en la Leni de los juegos de Beijing.
El haber sido una visionaria al plantear sus trabajos cinematográficos en Alemania, jamás sirvió para separarla de la vergüenza pública con la que se le martirizó por contribuir decisivamente al poder visual y estético del nazismo. Riefenstahl pasó sus últimas décadas rendida ante la belleza de los nuba y los fondos oceánicos, en donde, gracias al submarinismo, consiguió recuperar la movilidad que le había robado toda una cadena de grandes dolores físicos.
Como suele suceder, tras su muerte se reconocieron algunos de sus méritos, aunque jamás de manera oficial: tal vez el haber sido invitada de honor en los juegos olímpicos de Montreal en 1976 es lo más cerca que llegó a estar de que la opinión pública pasara página en un libro que no admitía reescrituras, pero sí aprendizaje.
Ejemplos como los de Alice, Doris y Leni los hay a patadas. Pero no en el audiovisual: en el día a día, en lo cotidiano. Pensar en el papel de la mujer desde lo sectorial sigue pareciendo tramposo cuando en las rutinas existe una falla para la que aparentemente no hay un arreglo sencillo.
Lo interesante a partir de estos tres casos es buscar un fondo al tratamiento de lo histórico:
- Leni convertida en insulto
- Doris como un chiste anómalo
- Alice olvidada en una Historia poco dada a la revisión
Sucede que cuando una dinámica se convierte en costumbre, el cambio de tendencia se vuelve más complicado: aquello que se pudo haber corregido pasa de ser un posible error a un cimiento de la construcción social. A partir de aquí, lo que se puede hacer sobre la marcha parece irrelevante, y tal vez sólo cabe esperar a que la ley del péndulo posibilite nuevas variables.
Alice murió en New Jersey en 1968, poco antes de que Doris compitiera con el propio Russ Meyer realizando sus sexploitations, y de que Leni fuera abrazada por la contracultura norteamericana. Tal vez si por aquel entonces hubiera existido Internet se habrían dado los factores necesarios para que algo extraordinario sucediera: que se reconociera la carrera de una pionera, que se asumiera que lo soez podría ser celebrado como una ruptura de barreras, y que el pasado se superara escuchando repetidas peticiones de perdón.
Probablemente seguimos esperando por el momento más adecuado.
Publicación original: enimaXes