Sucede como en la ópera, cautivado por la escena, el público rara vez atiende y presta atención o piensa en los músicos del foro o en el compositor, absorto como está en la trama y en el virtuosismo de los cantantes, que suelen capturar toda la atención. En la narración visual en el marco de De Mudanzas, el magnetismo de la historia que se está contando oculta la importancia de cómo es contada, del relieve que tiene componer esa melodía narrativa que acaba traduciéndose en piezas tan exquisitas como la de El Semáforo.
Recuerdo que en este vídeo, en El Semáforo, me encontré siguiendo aquellos aspectos que guiaban el relato [la caja de herramientas, una mano abriéndola, los dedos manipulando la bombilla, la mirada concentrada…] mientras una voz y una historia atravesaban limpiamente todas estas imágenes creando toda una vida. Un ejercicio de filología de la imagen totalmente orientado a crear una narrativa que consiguió que empatizara con Fernando y me observase a mí a través de él: la clave para poder elaborar un conocimiento personal y fundamental para aprender a través del relato de otra persona.
Me doy cuenta de que esto que estoy comentando es tan simple como ninguneado, está extendida la idea de que la dificultad está en la conversación, en la idea o en la dinámica [en el caso de Cañás], cuando realmente, la importancia de un cuento está en gran parte en quien lo explica y en el caso del audiovisual este «quien» va más allá» [o más acá] de los posibles actores.
Fuera del mundo del audiovisual se ignora la importancia, la dificultad, la necesidad de profesionalizar esta captura y narración. La mayor parte cree que con plantar una cámara de vídeo casera y grabar lo que sucede, así a pelo, en un plano, ya es suficiente, cuando realmente la grandeza de El Semáforo [y que ya he podido disfrutar en trabajos anteriores] está en crear esta armonía de imágenes y sonidos [voz, respiración…] con su MA y todo…
