En la margen izquierda del Nervión, en esta parte del sur de Islandia donde he vivido toda mi vida, conocí desde niño las “casas baratas”. Las grandes empresas industriales intensivas en mano de obra pusieron en marcha planes para construir viviendas para sus trabajadores. No soy capaz de hacer una lista completa, porque fueron muchas las iniciativas nacidas en su mayor parte en la primera mitad del siglo XX, pero las puedes encontrar en Barakaldo, Sestao, Portugalete y en otros pueblos del entorno. A este fenómeno le siguió otro, también con la denominación de “casas baratas”: se crearon cooperativas para hacer frente a la construcción de vivienda. Solo en Barakaldo cabe citar El Porvenir, La Voluntad, El Ahorro, La Felicidad o El Hogar Futuro. Ya veis qué nombres tan evocadores. Fueron dos caras de la misma moneda: construir las viviendas que hacían falta.

Asentado el proceso de industrialización a finales del siglo XIX en la Margen Izquierda, el alojamiento de la población trabajadora se convirtió en una cuestión de suma trascendencia. Altos Hornos de Vizcaya, la mayor empresa de la zona fundada en 1902, tuvo que hacer frente a un angustioso panorama que diezmaba la calidad y la esperanza de vida de su mano de obra. La falta de higiene y sanidad en muchas viviendas, el hacinamiento, la transmisión de enfermedades infecto-contagiosas y la carencia de habitaciones económicas dignas hicieron reaccionar a su Dirección, buscando una mayor productividad.

Este texto está extraído de un artículo publicado por Mª del Mar Domingo en Ezagutu Barakaldo: La iniciativa privada en la construcción de casas baratas en Bizkaia entre 1911 y 1936. Termina con eso de “buscando una mayor productividad”. Pues bien, años después de aquella iniciativa, en un entorno radicalmente diferente, leo en Genbeta otro artículo: Vive en tu trabajo: Google y Facebook preparan ciudades para sus empleados. Esta vez lo firma Santi Araújo y en él comparte la intención de estos dos gigantes de hacer algo más o menos parecido:

Facebook ha anunciado que están construyendo el “Willow Campus”, un plan con el que buscan extender su sede en Menlo Park (California). Allí se construirán 1.500 apartamentos, teniendo acceso a todo tipo de tiendas y supermercados. […] Muchos pensarán que esta es una buena medida para ahorrar tiempo y dinero a la hora de ir al trabajo, aunque al mismo tiempo podríamos tener la sensación de jamás abandonar el entorno laboral. Hay que dejar claro que la parte comercial del “barrio” estará disponible para todo el mundo, mientras que el espacio de oficina sólo será accesible para los trabajadores.

Casas baratas en la primera mitad del siglo XX y casas baratas en la segunda mitad del siglo XXI. Eso sí, ahora con un concepto mucho más elaborado, más líquido, más emocional, con las dosis adecuadas de preocupación por disminuir el impacto medioambiental y de cuidar al rebaño. Ahora hace falta de nuevo construir un entorno donde todo está diseñado para lo mismo de siempre: eficiencia, productividad, rendimiento. Pasa el tiempo y los medios evolucionan pero la idea de fondo sigue siendo la misma. El capitalismo emocional sigue ganando cuota en la humanidad.

Las barriadas de Google o Facebook tienen que jugar con el atractivo de hacer la vida fácil. Implican la firma de un contrato psicológico que nunca verás en forma explícita y en el que nunca aparecerá tu rúbrica. No hace falta, ya han firmado por nosotros, la ingeniería social tiene estas cosas. El trabajo se extiende e invade lo privado, lo íntimo. Las casas baratas del siglo XX miraban a las necesidades básicas de la pirámide de Maslow, las del siglo XXI juegan con motivos más elevados. El trabajador del siglo XXI se compra con dólares emocionales y ahí entra en juego el fenómeno reinventado de las nuevas casas baratas.

Aquí lo dejo. A lo mejor soy demasiado cenizo. Las casas baratas que hemos conocido en la Margen Izquierda son parte de nuestra historia. Lo que presentan Facebook y Google es el futuro: ¿realmente es progreso? En 1936 se construyeron las casas del Grupo el Progreso en Portugalete. Sí, así se llamaron: El Progreso. Casi cien años después el progreso continúa. O puede que no.


Publicación original: Consultor artesano

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