No es lo mismo esperar que tener esperanza. La esperanza está en el lado del futuro; la espera está atrapada en el instante. Uno tiene esperanza, uno confía en que ocurra esto o aquello, quizá no de inmediato, pero muy pronto. Cuando uno espera, en cambio, uno permanece en un estado de continua presencia, espera que algo que sucede en aquel momento pase, aunque quizás no pase nunca.
Esperar a que llegue el momento adecuado, la señal, esa fracción de segundo en la que nuestra intuición nos dice: ya está aquí, es posiblemente una de las capacidades más importantes que se pueden adquirir.
También dice Andrea Köhler en su ensayo sobre la espera que «a pesar de todo, hay que avanzar, hay que preparar el terreno, hay que esperar». Un sutil equilibrio entre la compulsión del movimiento continuo y la parálisis que la tortuga parece tener claro.
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