Tengo la sensación de que algo se nos escapa. Sí, a la hora de gestionar todo lo relacionado con las personas en las organizaciones cuando las brechas generacionales a enfrentar son varias y cada vez con menos distancia temporal entre unos y otros. Dentro de cualquier empresa conviven diversas generaciones, con actitudes diferentes ante la vida y el trabajo. Baby boomers, generación X, generación Y (millenials) y generación Z (postmillenials) conforman una amalgama de intereses y formas de ser y estar en el mundo nada fácil de gestionar.

La semana pasada, en una sesión sobre la gestión de personas en las organizaciones, dibujaba un conjunto de prácticas que de una u otra manera hay que sacar adelante. Cuestiones referidas a la incorporación de personas (reclutamiento, selección y acogida), su desarrollo (formación, movilidad, competencias), las dinámicas organizativas (coordinación, estructura, participación), la comunicación interna, los sistemas de reconocimiento o la gestión de conflictos conforman un panorama en cierta forma condicionado por la diferente percepción que cada generación asume. Y, además, sujeto a modas y agendas que quienes detentan el poder introducen en su interés.

En mi caso, como baby boomer, me doy cuenta de que la crisis que arrancó en 2008 ha cambiado las reglas para interpretar la realidad. El crisismo que impera desde entonces y la inseguridad como paradójico elemento motivacional (búscate la vida, que nadie lo va a hacer por ti) nos enfrentan a un complejo rompecabezas donde la figura a componer cambia por momentos. Los ejercicios de empatía, necesarios para proponer una gestión eficaz y eficiente, resultan casi imposibles. Cada generación lucha, en cierta forma, contra la anterior y reclama su forma peculiar de comprender la realidad.

Las certezas de antaño saltan por los aires. Lo que para alguien tiene sentido y sirve, por tanto, como reconocimiento, resulta no tener valor para una persona de otra generación. Las carreras profesionales pierden sentido de la mano de una organización. El empleo es lo que sucede “mientras sea posible”. No hay ninguna ancla que sea capaz de detener el movimiento. El presente gobierna como nunca antes. El pasado es de rancios y el futuro no es algo que nos podamos permitir.

¿Hacen falta superespecialistas para lidiar con esta complejidad? Me temo que no queda sino echar mano de la psicología social, de la sociología y de las nuevas ciencias (o como lo queráis llamar) del comportamiento. Hay que intentar entender. Tenemos que desplegar una actitud de observación atenta a lo que acontece con estas generaciones que nacen esclavas de sus contextos. La inseguridad económica de unos se transforma en sólidas cuentas corrientes de otros, la movilidad social acontece sin que podamos atrapar sus patrones, el norte contra el sur, la riqueza contra la pobreza, la justicia social contra los listillos de la clase que siempre acaban ganando sin que les importe la ética.

Son tiempos revueltos. ¿Más que en otros momentos históricos? Seguramente que caemos en la tentación de sobrevalorar lo que nos toca vivir. Pero pasan los años y las generaciones se suceden comprimiéndose en el tiempo. Pensamos en los millenials y empezamos a ver que la generación Z llega por detrás rompiendo moldes. Las pantallas por doquier, el crisismo campando a sus anchas, paradojas e incoherencias, reivindicaciones por derechos que pensábamos se habían alcanzado tiempo atrás. El barco sigue su rumbo, sea cual sea.


Publicación original: Consultor artesano

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