Psicólogo de profesión y aprendiz artesano de vocación. Mis primeros años como profesional los dediqué de lleno a trabajar como psicólogo clínico, siempre con un base en la psicología del aprendizaje y el análisis funcional de comportamiento humano. Me interesan más las funciones del comportamiento que sus causas y prefiero el contexto, los relatos y las biografías a la mente y a las etiquetas con las que tramposamente se explica lo que quiera que sea la normalidad. Aquella experiencia como psicoterapeuta, a la que aún hoy me dedico, habría de ser con los años clave para afrontar mi posterior trabajo como consultor y formador, que hoy ocupa la mayor parte de mi tiempo..

Rondaba el año 2000 cuando comencé a trabajar en FEJIDIF (federación provincial de las personas con discapacidad) y otras entidades del tercer sector, y por tanto a trabajar con y para personas con diversidad funcional y en riesgo de exclusión social. En esta época la discapacidad se diluía, se vaciaba de adjetivos y definiciones para llenarse de nombres propios, de verbos y relatos. Fueron buenos años para observar las trampas del lenguaje, para descubrir la tiranía de la normalidad (también la de la heroicidad), para aprender que la clave no está en normalizar la diversidad, sino en diversificar la normalidad y para comprobar que sólo existen dos tipos de personas: las que tienen una discapacidad y las que aún no han descubierto la suya.

A “Máscaras” llegué gracias a Paz Domínguez Ara, debía de ser el año 2102. “Mascaras” comienza siendo cine en mayúsculas pero, como buen Caballo de Troya, una vez dentro nos conquista y se nos muestra como una estupenda metodología y una gran lección que, sin quererlo, nos desvela la impostura de muchos titulares sobre igualdad, a veces ignorantes, a veces interesados. “Mascaras” nos enseña que el futuro de la inclusión, antes que en el condicional de las intenciones, se conjuga en el gerundio del compromiso: haciendo, participando, observando, probando, grabando, trabajando codo con codo y unos al lado de otros.

El “Proxecto Máscaras”, más allá de toda su carga de arte, de cine, de innovación, de pedagogía y de compromiso social, tiene una gran fuerza psicológica a nivel individual y colectivo. Facilita un público y un escenario a todas las personas que en él participan (sin estos dos elementos, ni el reconocimiento como individuo ni como ciudadano son posibles), y esto les otorga el privilegio de ser actores de la vida pública. Y a la vez que actores, el “Proxecto Máscaras” les permite ser autores del guion que han de representar, guion que irán transformando con su propio actuar. Cuando se desvanecen las dudas sobre la trama de nuestras vidas y cuando resolvemos el conflicto entre esa doble condición de actores y autores de dicho guion que todos deseamos, nos situamos en un contexto vital y psicológicamente sano, donde cosas inesperadas comienzan a suceder. Esas son las coordenadas en las que el “Proxecto Máscaras” sitúa a sus protagonistas y a todos los alumnos que en él participan. Y eso no solo es bueno, además es justo, transformador y socialmente saludable.

Personalmente siento, que es un auténtico lujo y un honor estar en el Consello Asesor y ser parte de este proxecto, que es cine, que es inclusión, que es aprendizaje, que es innovación y que nos enseñar a ser a(c/u)tores de la vida misma.


Publicación original: asociación Proxecto Máscaras

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